El 12 de diciembre, durante una visita del primer ministro iraquí,
Nuri al-Maliki, a la Casa Blanca, el presidente estadounidense Barack
Obama anunció el fin de la guerra, tras la retirada del último
contingente militar estadounidense en Iraq.
Los estadounidenses reflexionan acerca de la guerra de Irak de la
misma manera que lo hicieron con la guerra de Vietnam, siempre
comparando el resultado con sus propios intereses, sin considerar cómo
podría afectar a Irak en el largo plazo. En los ojos de los americanos,
el Irak de hoy es “un país autónomo, tolerante y con un gran potencial”.
Sin embargo, en más de ocho años, miles de civiles iraquíes han muerto a
causa de la guerra, sin contar los millones de desplazados y miles de
miembros de la élite que han emigrado al extranjero.
El dolor de la guerra todavía permanece en Faluya, donde las bombas
de fósforo blanco y otras armas químicas continúan causando defectos de
nacimiento. Un médico de un hospital local dijo: “Sólo el 11 de octubre nacieron 12 bebés con defectos“.
Debido a la escasez de fondos para la reconstrucción, los sistemas de
purificación de agua y tratamiento de aguas residuales todavía no se han
terminado de instalar. Los lugareños están preocupados que
organizaciones terroristas o los insurgentes puedan reaparecer. Casi no
hay seguridad para nadie. “Desarrollo político” y “prosperidad
económica” son sólo palabras vacías.
El más grande legado político que dejó la guerra fue la llamada
“democracia”. Los estadounidenses se jactan de que han construido un
“modelo para toda la región”. Sin embargo, la gente ve que la situación
de seguridad en el país sigue siendo grave. Continúan los
enfrentamientos religiosos y la democracia sigue siendo sumamente
frágil. Lo más preocupante es que las minorías kurda y sunita están
uniendo fuerzas para exigir una mayor independencia. Las causas
profundas del terrorismo todavía no han sido eliminadas.
Los EE.UU. anunciaron dos veces el “final” de la guerra en Irak.
Desde que se anunció el retiro de las tropas hasta hoy han pasado casi
tres años, lo cual demuestra que finalizar una guerra no es fácil.
Mientras que se anuncia el “final” de la guerra, Irak continúa siendo
muy vulnerable y con poca capacidad operativa para movilizar el país. El
riesgo a la seguridad política continuará existiendo por un largo
tiempo.
De hecho, no sólo han pagado EE.UU. e Irak por esta guerra, el
sistema contemporáneo de relaciones internacionales también ha sufrido
un duro golpe. Los dos principales objetivos del inicio de la guerra
eran: primero, acabar la amenaza de las armas de destrucción masiva del
régimen de Sadam Hussein; y, segundo, derrocar una dictadura que apoyaba
al terrorismo. El primer objetivo se demostró que era una mentira,
pocos días después de que las tropas entraron en Bagdad. Incluso Colin
Powell, entonces Secretario de Estado de EE.UU., dijo con indignación
que había sido engañado con “pruebas” falsas.
El segundo objetivo, lejos de lograr el efecto esperado, generó el
opuesto: Irak, que en un principio no tenía relación con al-Qaeda, se
convirtió en un “paraíso” terrorista. Sin la autorización de la
comunidad internacional, EE.UU. atacó a un país soberano. Quizás por
esta razón la prensa estadounidense utiliza la palabra “invasión” al
referirse a la guerra de Irak. Sin duda, esta guerra sin causa justa
sentó un mal ejemplo para la comunidad internacional.
*Pueblo en Línea, China
Publicado en Cubadebate
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