viernes, 16 de diciembre de 2011

LAS CARTAS SOBRE LA MESA



La seguridad jurídica debe privilegiar al inversor que respeta las normas. Es el legado de Perón y de Kirchner. Nunca la coacción oligopólica foránea puede obligar a subordinar nuestros intereses a su voracidad hegemónica.




Los que son pocos y tienen mucho ansían quitarle cuanto poseen a los muchos que tienen poco. Comenzaron, antes de asumir el nuevo mandato la presidenta, con la corrida al dólar y los titulares apócrifos de los medios hegemónicos. La brecha entre ricos y pobres sólo aquí ha disminuido, se amplía en todos lados. Pero en la selva competitiva de la globalización, este nuevo paradigma que va desterrando la exclusión necesita menos narcisistas descansados y más acción. Hay que prever las jugadas opositoras que buscan desestabilizar el modelo. De hecho, estudian el modo de colocar al país cerca de la crisis para hipotecar su porvenir. Incluso, ciertos sindicalistas conspiran para lograr ganancias futuras.
Reclamando que el dólar está atrasado, piden una devaluación a diez años del fatídico “corralito”. E indican: quitar subsidios es un “tributo”, la política del gobierno es “regresiva”. Así resisten la presión impositiva y el pacto social que vigila precios. Para ellos, el modelo no garantiza crecimiento sino “estilo concentrado” y ya no usan la palabra “crispación”, hoy es “discrecionalidad”. Afirman que la salida de divisas la origina la inflación. Pero en 2001 hubo ajuste, reducción de salarios y pensiones, la inflación era baja, había 90 mil millones de dólares depositados y volaron junto a los bancos donde estaban. El presidente de la UIA (José de Mendiguren) juró que devaluarían un 40 por ciento. Pero llegó al 400%, los precios subieron otro tanto y el pueblo se hundió en la indigencia. Hay que procurar que esto nunca vuelva a suceder.
No es novedad que Cristina combate cada día embestidas y duras rivalidades. Mientras la crisis se extiende por el mundo como un big bang, acotemos que los tiempos difíciles revelan a sus héroes, como lo fue Kirchner. Asumía que sin un Estado fuerte, apoyado por miles de peronistas y militantes de las filas progresistas, de los Derechos Humanos y de las minorías, dispuestos a salir a la calle para defenderlo y llegar a Plaza de Mayo en dos horas, el kirchnerismo tendría problemas en los próximos años. Recordemos a los ruralistas en marzo de 2008: protestaron contra la 125 y las retenciones, 300 militantes apoyaron la medida y D’Elía, dirigente del FTV, insultado por un provocador, se defendió. “Ahí salvamos la democracia”, dijo. No podemos dormirnos ni pueden ir sólo 300 a la plaza, pues al 72% de las 500 firmas líderes las controlan capitales extranjeros. Pese a que en ocho años triplicaron las ganancias del lapso 1989-2002, codician más. La Ley de Inversiones Extranjeras avala que se giren al exterior esas utilidades. La rentabilidad (para bancos roza el 70% anual) ya remitida en 2010 superó en un 1100% la enviada en 2003. Aún se ignoran los giros de 2011; serán sin duda un 50% superiores a 2010.
Todo esto se puede limitar con el nuevo Congreso, ya que la mayoría de estas corporaciones no cumplieron con su obligación de reinvertir en el país. Debe condicionarse la remisión (distinguiendo a empresas que reinviertan), aunque ello conlleve que las multinacionales recurran a los tribunales arbitrales de los EE UU. Nuestra soberanía está en juego. Más tarde, quizá no haya chance de controlar esa gran fuga de capitales, ni de punirla mediante reglas impositivas. La seguridad jurídica debe privilegiar al inversor que respeta las normas. Es el legado de Perón y de Kirchner. Nunca la coacción oligopólica foránea puede obligar a subordinar nuestros intereses a su voracidad hegemónica. Al remitir 37 mil millones de dólares en la posconvertibilidad, erosionaron el margen de maniobra gubernamental. Si no se modera con firmes medidas anticíclicas, el modelo puede peligrar. No cuentan las medias tintas: el país avanza o se rinde.
Tampoco hay que olvidar a sus socios locales. Tras el mutis de los perdedores opositores, sus rayos y truenos regresarán: son los únicos que dicen creer en la honradez de las corporaciones. Y casi la mitad de los argentinos que no tolera a la otra mitad. Para Kierkegaard, las raíces de nuestros motivos éticos no son conocidas. Una razón la dio el autor Norman Mailer en 2003: “El capitalismo global corporativo está acabando con la autenticidad de la existencia humana.” Y añadió: “Es monstruoso ahorrar dinero a base de sermonear a los pobres y lamer el culo a los ricos.” Por ello Cristina, paladín popular de hoy, incorpora nuestras demandas, las del vulgum pecus, la gente común; eso instaló Néstor. Este momento es ideal para profundizar el proyecto. Tal como hizo Kirchner, con sorpresa y decisión el primer mes y el primer año resultan primordiales.
Aunque la presidenta brindó un gesto conciliador en su discurso en la UIA (de acuerdo a las relaciones de fuerza actuales), mucho antes Spengler presagiaba que al mundo lo controlaría un puñado de técnicos; sólo no adivinó que serían los economistas del neoliberalismo. También Maquiavelo criticó a ricachos de antes y ahora. Dijo: “¡Siembran veneno y quieren que maduren las espigas!” El rumbo a seguir no puede ser otro que el de ahondar el camino. Esta es una ocasión que ocurre una vez en décadas. Cristina cuenta con una ventaja de la que otros carecieron: la juventud. No sólo con La Cámpora. Miles de jóvenes que no militan pero la votaron saldrán a la calle si las papas queman. Quizás Mao tenía razón: avanzar dos pasos y desandar uno, pero siempre avanzando. Aquí no preside alguien temeroso que realiza un pacto con los militares y dice “la casa está en orden”. Aquí manda una conductora dolida por su viudez, una estadista que duerme sola y maneja sus tiempos con talento estratégico; todo en su medida y armoniosamente, enunciaba Perón. Si bien la inclusión hiere a muchos poderosos, confiemos que no se detendrá la ansiada redistribución; los jubilados y otros grupos continúan rezagados. Señaló Kirchner: “Cada día una medida a favor de los más humildes.” Si surgen tensiones hay que navegarlas.
Néstor Kirchner le cerró la puerta a las injusticias sociales; Cristina la custodia y su reelección evitó que la abran, mientras procura el desarrollo autonómico. Valerosa, censuró al criminal anarcocapitalismo en la cueva donde comanda. Mientras tanto, aquí, emboscados en los desagües de la democracia y pidiendo por subsidios que les repugnan para los demás pero exigen siempre a favor de su sector, los economistas procesistas siguen disfrazándose, tras 35 años y sin pudor, de patriotas. Unidos a los multimedios llevaron de la nariz a más de un gobierno democrático. Les seduce, como apuntó Mailer, “la diversión en los campos del espanto”: que la mayoría sufra. Aunque el modelo responde a la hostilidad del poder concentrado con medios legales, este aguarda rezando que la crisis arribe y el barco se hunda. Hace lo imposible para que, como en un déjà vu, tenga el tétrico final histórico. Dado que la presidenta declaró no ser neutral, entra a su nuevo período respaldada por la ciudadanía y por los hijos del rechazo a la cultura reaccionaria que los acunó. Predijo el Che: “La ola irá creciendo, porque la forman los más.” Si estamos alertas, nadie podrá vencerla.


 

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