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Poco
parece importarles, a la mayoría de los candidatos a concejales en
Rosario, del resultado que las políticas económicas nacionales
están produciendo en el ámbito de la niñez y adolescencia. Eso
derivado de lo que llaman “austeridad” presupuestaria, que con
tanto fervor abrazan los neoliberales a la hora de proponer supuestas
soluciones, y que no resulta en otra cosa que empobrecimiento y
marginación de amplios sectores de la población.
Esa
pauperización creciente trajeron consigo padecimientos ciertos y
comprobados en cada oportunidad en que se aplicaron las mismas
políticas supuestamente “austeras”, que solo lo son con las
necesidades básicas de quienes más requieren de la atención
permanente de la sociedad, en tanto pretenda llamarse así.
Es
que a la pobreza económica se le suma, inmediatamente, la sanitaria,
por el abandono o la minimización de los programas destinados a
resguardar la salud de los más vulnerables, que no son otros que los
inocentes pibas y pibes que comienzan a padecer la falta de
alimentación y de atención sanitaria, con las consecuentes
complicaciones para la escolaridad y su desarrollo físico y
psíquico.
Es
allí, en esos derechos fundamentales vulnerados en función de
réditos obscenamente egoistas de los financistas gobernantes, donde
se debe hacer presente el Estado Municipal, desde el propio Concejo,
generando las políticas que garanticen la nutrición
saludable de los niños desde que nacen hasta el fin de la
escolaridad primaria, otorgando
seguridad alimentaria, sanitaria y escolar, los más importantes
elementos que hacen al desarrollo con equidad de una sociedad.
El
Concejo es el ámbito de representación más amplia, que tiene el
poder necesario para determinar ese tipo de políticas inclusivas,
tan imprescindibles. No es (o no debiera ser) solo un apéndice del
Ejecutivo, ámbito de levantamanos obsecuentes o distraídos
“debatidores” de bajezas politiqueras.
Es
su obligación atender y asegurar las respuestas que necesitan
quienes son los más afectados por tanta miseria moral y material
generada por los mandamases del Poder Real. Es hora que despierte de
su letargo institucional, para convertirse en lo nunca debió dejar
de ser: resguardo de la seguridad existencial y social de todos los
rosarinos.
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