Imagen de "Red 92" |
Siempre
nos atrae lo dulce. Un caramelo, un bombón, una torta o un helado,
nos produce placer aún sin probarlos. Imaginamos sus sabores y ya
satisfacemos nuestros sentidos. No por nada, a las personas que
trasuntan imágenes placenteras, que hablan con tonos suaves y
cadencias pausadas, les llamamos “dulces”.
En
esos conceptos han abrevado los constructores de imágenes del
macrismo, para presentar una figura como María Eugenia Vidal. Un
aspecto lánguido, una mirada de gesto complaciente, un hablar
pausado y vestimentas de colegiala religiosa, conforman esta
representación de una realidad virtual aceptada masivamente como
cierta.
Como
todo lo que construye el neo-poder imperante, se trata solo de una
cáscara sostenida mediáticamente como lo que no es, destinada a
cautivar a los electores con poses dramáticas y convicciones nulas,
pero de un enorme poder de “encantamiento” social. Especie de
“tia buena” asexuada, con aparentes religiosidades sin
correspondencia en sus actos reales, pone alta la vara en la
competencia de hipocresías vendidas como certezas políticas.
No
es menospreciable su poder de convencimiento, pero es detestable,
para quienes no vemos solo la piel de las cosas. No puede soslayarse
su histriónica forma de relacionarse con los más débiles de la
sociedad, pero no puede pasarse por alto el trasfondo falaz de esta
puesta en escena destinada a cooptar voluntades votantes y
convertirlas en políticas antisociales apenas abiertas las urnas.
Inútil
será tratar de convencer a sus admiradores de sus verdaderos
objetivos. Infructuoso será mostrar la realidad oscura de este
personaje de vuelo corto, pero eficaz. En vano mostraremos las
pruebas de sus deshonestas formas de gobernar y sus desprecios hacia
quienes le siguen. El Poder lo sabe y elige sus representantes con
eficacia. Preparan las estafas electorales con adiestrados personajes
que transfiguran sus personalidades con tanta facilidad como sus
vestidos.
Preparan
ahora un destino superior para este Frankenstein con polleras largas,
miradas vacias y palabras edulcoradas. Necesitan darle continuidad a
este modelo hambreador de las mayorías y enriquecedor del nucleo
concentrador de las riquezas ajenas. Acomodan todavía más sus
discursos de caramelo, escondiendo la amarga hiel de la mentira que,
demasiado tarde, descubrirán tras el angelical rostro de esta
impiadosa Heidi bonaerense.
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