sábado, 20 de diciembre de 2025

DAR VUELTA EL CAMBALACHE

Por Roberto Marra

Tal como “Cambalache” lo cantaba, el mundo es una porquería. O peor que eso. Es un amontonamiento de porquerías. Y más aún: lo es, mientras millones de subalimentados materiales y sobrealimentados mediáticos vivan a sus verdugos, denostan a quienes intentan explicarles la realidad que se escurre entre sus dedos manipuladores de celulares, y se burlan de aquellos que todavía buscan en la historia las razones para seguir andando hacia una utopía que no quieren dejar morir.

Otro fin de año con la miseria multiplicada, el hambre escondida entre sopores narcotizantes, entre vapores etílicos neutralizantes de la voluntad. Otra navidad donde no nace ningún dios, sino que mueren sus ideales. Los reyes no son ya magos dadivosos, sino ladrones de recursos que asaltan con ferocidad. La bondad es una quimera en mesas sin panes dulces. El manojo de palabras de los curas en las iglesias no alcanzan a paliar ni la apatía ni la tristeza de una pobreza que excava todo el tiempo las neuronas desactivadas de la rebeldía.

Sigue desplegándose la “malda' insolente” de los poderosos propietarios de lo que no les pertenece. “Los inmorales” no solo nos han “iguala'o”, nos han hundido “en el mismo lodo, todos manosea'os” por la perversión de los apátridas. La brutalidad es la pasión de los que hacen como que ignoran lo que palpan cada minuto de sus (des)vidas. Los psicópatas se apropiaron de la razón por la fuerza de la sinrazón, con mensajes retorcidos de odios insolventes, pero apasionadamente expresados por cada soñador de libertades esclavas.

El que no afana es un gil”, nos anuncia “el que vive de los otros”, ahora sentado en el sillón del ladrón Rivadavia o en las “honorables” poltronas de las cámaras legislativas. Y la sociedad se sienta “a un la'o”, mirando sin ver, estimulada para servir de oveja ante el amo imperial, atada a banderas ajenas, sosteniendo culturas impropias, alternando entre el llanto emocionado por pertenecer a lo que nunca tendrá acceso, y las lágrimas del arrepentimiento tardío del que observa los escombros de lo que alguna vez fuera una Nación.

Si, “allá en el horno nos vamo' a encontrar”. A menos que dejemos de echar leña a esta maquinaria del horror planificado, reactivemos el espíritu perdido entre los recuerdos borrados a fuerza de bombas mediáticas, y volvamos a soñar, ese maravilloso acto de sublimación de emociones que nos permita elaborar otra vez los deseos de ser Patria, de regresar a las fuentes de la felicidad cotidiana, construida sobre los cimientos de la memoria sublevada, capaz de separar para siempre la biblia del calefón.

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