martes, 29 de agosto de 2017

LOS MERCENARIOS DE LA JUSTICIA

Imagen de "www.abogadosgonzalezcoloma.com"
Por Roberto Marra

En la antigua Roma, los abogados desempeñaban su profesión de manera honorífica y con el mayor desinterés, hasta que los servicios prestados gratuitamente a la patria dejaron de ser medios para adquirir los honores y las distinciones a las que aspiraban. Entonces se hicieron mercenarios. Y aunque los Césares quisieron intimidarlos con duras penas, ellos las supieron eludir y ya nunca nadie más pudo coartar sus avaricias.
Tal como entonces, algunos de los más encumbrados abogados de la actualidad argentina, ejercen mercenariamente su profesión. A diario los escuchamos y vemos utilizando retorcidos métodos para ocultar sus verdaderos propósitos en defensa de los poderosos que los sostienen, avalando injusticias insostenibles, como no sea con la organización de las mentiras.
Forman parte, también ellos, de esa maquinaria de destrucción de los enemigos ideológicos del Poder, en abierta connivencia con los medios afines, que prestan sus espacios para las diatribas leguleyas de estos especialistas del ocultamiento y la falacia jurídica. Con palabras de difíciles interpretaciones, intentan asegurarse el respeto de los ignorantes y los favores de sus mandantes.
Así es como se conducen estos abogados que, si asumen funciones de jueces, alcanzan el sumun de la desvergüenza y la soberbia, sin importar el verdadero alcance de sus conocimientos. Alimentados por sus generosos patrones con la vitamina del desprecio a los más débiles, habrán de ser duros con ellos, pero genuflexos con los sucios integrantes de esa falsa “nobleza” a la que aspiran integrarse.
Picapleito, leguleyo, manyapapeles, ave negra. Estos son algunos de los términos con los cuales se suele catalogar livianamente a los abogados. Pero estas despectivas formas de denominar a estos profesionales de las leyes, no puede (o no debiera) involucrar a todos. Si bien es cierto que muchos se han ganado con justicia estos apelativos, eso no significa que la mayoría responda a esas características.
La digna profesión del abogado ha sido manchada por esos otros representantes de la farsa institucionalizada, degradando el respeto que merecen cada uno de quienes colaboran honestamente con la obtención de eso tan requerido por todos y tan despreciado por los inmorales dueños del aparato judicial: la Justicia.

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