viernes, 25 de agosto de 2017

ARISTOCRACIA JUDICIAL

Imagen de "Libertad y Progreso"
Por Roberto Marra

Tan difícil como extraer agua de las piedras, resulta modificar el alma oligárquica de los más encumbrados integrantes del Poder Judicial argentino. Sin importar el orígen familiar, su pertenencia o no a los patricios dueños de la Argentina desde el siglo XIX, actúan como tales, aún cuando pudieran tener algunas poses de demócratas y expresiones parecidas a eso que convencionalmente denominamos justo.
Es que la estructura de ese Poder resulta de una importancia vital para quienes necesitan valerse de él para ejercer su dominación absoluta sobre la sociedad y los individuos. Todo termina siempre por ser auditado por este omnímodo sistema de supuesta “independencia”, que solo parece serlo de la voluntad popular, aunque no de las corporaciones económicas y financieras.
Esto es fácil advertirlo a través de la comparación entre los tratamientos de casos que involucren a personas pobres o ricas. Más todavía se nota esa disparidad de criterios, ante temas que involucran a grandes corporaciones oligopólicas enfrentadas al Estado, cuando éste pretende aplicar leyes o programas que puedan significar alguna pérdida en los astronómicos beneficios que esas empresas obtienen.
La muestra más clara y a la vez repugnante, de la contradicción entre ese Poder y el significado de la Justicia, es el caso de Milagro Sala. Se da en la provincia de Jujuy, que un opaco personaje sin capacidad intelectual y mucho menos ética, ha transformado en una especie de Macondo argentino.
En ese asunto es donde se condensa toda la brutal contradicción entre la oligárquica estructura judicial y el Pueblo. Es con el acoso a los líderes populares como colabora con el mantenimiento de un sistema para el cual la venalidad de los jueces es imprescindible.
Con persecusiones de claro orígen clasista es que se ha manifestado siempre la historia de desprecio y odio con que se ha conformado nuestra Nación. Y será unicamente con la destrucción de esa estructura oligárquica y su reemplazo por una que se sostenga en la más amplia voluntad popular, que podrá terminarse para siempre con tantas infamias sociales, esas que jamás aceptarán modificar los engreídos habitantes de los arrogantes palacios de la in-Justicia.

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