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Se
suelen leer algunas opiniones de reconocidos periodistas rosarinos,
acerca de las características que se están dando en estas
elecciones para concejales, que resultan francamente distorsivas de
realidades mucho más complejas, que eso de decir que hay dos o tres
“candidatos serios” y los demás son poco menos que adornos.
Es
que, en realidad, con esas manifestaciones ligeras sobre las
complejas situaciones de cada uno de los sectores políticos que
participan, solo se terminan por profundizar aquellos males que se
pretenden mostrar como producto de la multiplicidad de “oferta”
electoral.
La
verdadera causa de la presencia de tantas listas de candidatos es la
falta de resolución de los principales y más importantes problemas
que enfrenta la Ciudad. Surgen, de esa manera, en muchos sectores de
la vida política rosarina, la necesidad de buscar otros rumbos y
otras bases para crear posibilidades de desarrollos que no se
terminan de encarar por ninguno de esos denominados “candidatos
serios”.
Claro
que la multiplicidad de candidaturas no asegura nada mejor, si detrás
de ellas no existen propuestas concretas, coherentes y factibles.
Seguro que los ciudadanos buscan a quienes les den muestra de saber
que sus propuestas tengan correlato con los conocimientos que se
precisan para impulsarlas. Y también con las trayectorias
personales, que abonan o no esas posibilidades.
Lamentablemente,
los aventureros pululan en este ámbito electoral. Traen consigo las
miserias de sus pretensiones personales y poco más que ello. Todo se
resume en algún slogan referido a virtudes obvias o frases pegadizas
sin mencionar nunca, una sola propuesta concreta y válida.
Pero
ese aventurerismo de muchos, no debiera tapar la existencia de los
pocos que sí manifiestan idoneidad, experiencia y voluntad para
llevar adelante lo que proponen en los papeles. Papeles que, por otra
parte, brillan por su ausencia en la apabullante mayoría de los
casos, demostrando un alto grado de improvisación, que solo se logra
esconder con el velo de una publicidad de costos casi obscenos.
Escrudiñar
entre tanta oferta electoral puede parecer una tarea difícil y hasta
molesta. Pero resulta imprescindible para no dejarse seducir por los
eternos candidatos de cartón, que solo muestran sonrisas amplias e
ideas muy, pero muy pequeñas, con el gastado objetivo de cambiar
algo para que nada cambie.
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