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Es
más que conocida la frase de Evita: “donde hay una necesidad,
hay un derecho”. Está implícito en ella uno de los grandes
paradigmas para desarrollar un proyecto social que implique el fin de
la desigualdad y la construcción de la equidad, como eje para
transformar la vida de millones de excluídos por imperio del dominio
económico que ejercen las minorías apropiadoras de sus esfuerzos.
Sin
embargo, fruto del innegable poder que estas minorías poseen,
acompañado y sustentado por un sistema comunicacional acorde a esos
objetivos de dominación absoluta de la sociedad, se ha terminado por
imponer un concepto totalmente opuesto al expresado por aquella
sentencia tan clara y real. Ahora, estos negociantes de las vidas
ajenas, ladrones de las esperanzas y utopías populares, han
establecido que: “donde hay una necesidad, hay... un negocio”.
No puede ser de otra forma, cuando vemos el apoderamiento de cuanta oportunidad de negocios se abre cada vez que desde el Estado se debe brindar un servicio, administrar bienes, construir infraestructuras, generar proyectos de desarrollo urbano o regional, o suministrar los más básicos elementos destinados a resguardar la salud, la educación y la producción.
No puede ser de otra forma, cuando vemos el apoderamiento de cuanta oportunidad de negocios se abre cada vez que desde el Estado se debe brindar un servicio, administrar bienes, construir infraestructuras, generar proyectos de desarrollo urbano o regional, o suministrar los más básicos elementos destinados a resguardar la salud, la educación y la producción.
La
privatización de casi todo es el deseo y la meta de quienes generan
y sostienen estos procesos económicos nefastos para las mayorías,
pero de enormes ventajas para esas minorías escasas de escrúpulos.
Mediante licitaciones o por contrataciones directas, las estafas al
Estado son permanentes, porque todo está amañado y amparado
mediante la presencia de los mismos actores de ambos lados del
mostrador.
Los
derechos son, ahora, simples ocasiones de negocios para los dueños
del Poder. Los acompañan algunos de quienes, tiempo atrás, decían
defender la justa sentencia de aquella líder popular. También ellos
forman parte de este circo destinado a entretener con ilusiones
vacías a los cada vez más empobrecidos ciudadanos.
Tanto
han influído en las conciencias populares estos señores privadores
de derechos, que
se aceptan ya como naturales sus pérdidas,
obnubilados por promesas vanas de futuros con ridículos derrames de
beneficios que serán, siempre, simples zanahorias para avanzar sin
ver hacia nuevos quebrantos de derechos.
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