Los
productores agrarios viven mirando el cielo. Ya sea por necesidad de
lluvias o por su exceso, siempre están evaluando las consecuencias
probables en sus producciones, sabedores de la trascendencia que
genera en la sociedad los resultados de la inasible meteorología. La
obvia afectación de las inundaciones o las sequías, con pérdidas
de cosechas y ganado, los pone a estos productores en una situación
circunstancialmente delicada. Pero la actividad agraria no se puede
medir en períodos anuales, porque siempre habrá tropiezos y también
momentos de auge productivo.
La
permanente actitud de queja de los grandes productores no se condice
con estos conceptos, salvo que se trate de verdaderos campesinos de
las regiones menos favorecidas, quienes sí sufren las consecuencias,
aunque más que nada de las presiones de los grandes latifundistas.
Sin embargo, ahí los tenemos a esos especuladores aprendices de oligarcas, con sus diatribas contra cualquier medida económica que no les permita hacer su juego de acumulación individual. Ahí estarán acompañando a sus admirados “pares” de ilustres apellidos en los reclamos de eliminación de impuestos, mientras manifiestan sus odios de clase y racistas, creyéndose superiores frente a quienes les realizan los trabajos más duros en sus campos.
Sin embargo, ahí los tenemos a esos especuladores aprendices de oligarcas, con sus diatribas contra cualquier medida económica que no les permita hacer su juego de acumulación individual. Ahí estarán acompañando a sus admirados “pares” de ilustres apellidos en los reclamos de eliminación de impuestos, mientras manifiestan sus odios de clase y racistas, creyéndose superiores frente a quienes les realizan los trabajos más duros en sus campos.
Han
elegido hace mucho el lado de la histórica grieta en el cual
asentarse. Comparten con sus pares objetivos tan innobles como
nefastos para el desarrollo real y sustentable de toda la población.
Con ridículos discursos de falso patriotismo, tradiciones mentidas y
poses de gauchos posmodernos, arremeten contra los gobiernos
populares y se asimilan a los conservadores, tanto como defendieron
las dictaduras.
Mienten
dramas que no tienen, lloran perjuicios que no les afectan, gritan
desaforados contra los pobres y se arrodillan ante sus amos
oligarcas. Algunos de los verdaderos perjudicados los acompañan, en
una muestra clara de como se puede insidir en la consciencia con
falacias bien elaboradas.
Siembran
cereales, pero también miseria. Cosechan sus granos, frutos de
esfuerzos ajenos. Aumentan sus riquezas a costa de la destrucción
del ambiente. Expulsan a los verdaderos campesinos de sus tierras con
maniobras fraudulentas. Y mientras hacen todo eso, lloran lágrimas
de cocodrilo porque no llega el aguacero salvador de sus cosechas...
de cuatro por cuatro.
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