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El
intento de imponer ideologías y sistemas sociales, políticos y
económicos a través del terrorismo, no es solo el proceder de
algunas bandas de locos sueltos que actúan sin el más mínimo
criterio de respeto a la vida. Hay, detrás de ellos, intereses que
estratégicamente generan las condiciones y brindan los medios
financieros y económicos para el desarrollo de esas aberraciones. Y
no solo se realiza por medio de fanáticos religiosos que llevan al
extremo irracional la interpretación de alguna fe. También
participan ejércitos de mercenarios contratados por los “dueños
del Mundo” para controlar gobiernos de países que les resultan
molestos para el libre apoderamiento de sus riquezas.
Pero
lo que llama la atención, es el tratamiento que se da en los medios
respecto de los actos terroristas. Es que los valores humanos que
dicen defender con sus coberturas periodísticas, siempre sesgadas y
unilaterales, tropiezan invariablemente con la concepción de “seres
humanos” que expresan en cada uno de sus seguimientos de estos
ataques violentos.
Cualquier
agresión de este tipo realizado en alguna ciudad europea, es
cubierto de manera profusa, con horas y horas de repeticiones de
imágenes y palabras dolientes. Análisis de “expertos”,
opiniones de profesionales, editoriales lacrimógenos y caras de
compungidos funcionarios inundan las pantallas por horas y días.
Sin
embargo, todos los días, sin excepción, se realizan atentados en
otros lugares del Mundo, con decenas o centenares de víctimas
fatales, sin que merezca, para el “mentimediático” oligopolio
informativo, otro tratamiento que una simple mención de treinta
segundos o poco más.
La
doble vara para medir el “tipo” de seres humanos que muere en uno
u otro lado, se muestra en toda su repugnante dimensión. Siria,
Pakistán, Irak, Afganistán, Filipinas, India, Nigeria, Sudán o
Libia, por mencionar algunos países donde más ataques se registran,
no son del interés de los poderosos sistemas de comunicación,
porque allí el terrorismo es útil para las imperiales pretensiones
de dominación.
La
hipocresía conduce al Planeta al desprecio de las vidas de quienes
no se parezcan a los dominadores. Los supuestos “dirigentes
mundiales” solo son monigotes al servicio de los intereses más
oscuros. La sociedad actúa en nombre de valores que no siente de
verdad, olvidados tras la inútil persecusión de riquezas que nunca
alcanzará. Y el terrorismo resulta ser la contracara de la perversa
desigualdad, instalada por los mismos que promueven el espanto de la
muerte cotidiana.
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