Imagen de "Ámbito Financiero" |
El chacal es una especie de los
cánidos, depredador por excelencia de animales de pequeño tamaño.
Pretendiendo semejanzas con algunos humanos, se suele denominar con
ese nombre a personas malvadas, de características nefastas para las
sociedades. Sin embargo, lejos están, esos pobres animalitos, de
parecerse a esos representantes de lo peor de la humanidad.
Los cánidos en cuestión simplemente
cumplen una función ecológica en la cadena alimenticia, sin otras
pretensiones que la subsistencia. Sus símiles humanos, en cambio,
representan la culminación del odio derivado de la acumulación de
poderes fácticos, sostenidos siempre por otros congeneres de mayor
poder, a quienes sirven en sus propósitos de concentración de
riquezas sin límites.
A lo largo de la historia han habido
muchos casos de estos “chacales”, las más de las veces formando
parte de fuerzas armadas utilizadas como punta de lanza de los peores
planes de devastación social. La dictadura del '76 representa la
cúspide en esa terrorífica forma de imposición de modelos de
concentración económica, con la aparición de personajes dignos de
pesadillas hollywodenses jamas imaginadas.
Pero si malos son quienes ejecutan las
atrocidades y vejaciones a inermes seres humanos, peores son, sin
dudas, quienes ordenan o se aprovechan de semejantes hechos, con el
miserable objetivo de sus enriquecimientos vergonzantes. De esa
“especie” tan particular han surgido los actuales gobernantes de
la Nación. Y el plural es justo, porque no se trata solo de quien
ejerce innoblemente el cargo de presidente, sino también de sus
“camaradas” de ruta depredatoria.
Surge así un interrogante que los
ciudadanos tenemos la obligación de hacernos: ¿son dignos de
respeto estos representantes, cuando por sus acciones se pierden todo
tipo de derechos laborales, sociales y culturales? ¿Es lógico,
frente a tanta maldad despreciativa de los más elementales valores
morales, solicitarles que “se pongan una mano en el corazón”
para modificar algunas de sus bestiales medidas de destrucción
masiva? ¿De cual corazón hablamos, en tanto representación del
alma que no pueden poseer, por ser simples maquinarias del desprecio
y el robo sistematizado de las esperanzas populares que los ungieron
en sus cargos?
Otros personajes, periodistuchos
temerosos de estos “chacales” productores de pobrezas y miserias,
de abandonos y persecusiones, de olvidos y muertes en la oscuridad
del ocultamiento cotidiano, nos muestran falsas escenografías de
pasados, que borraron de un plumazo asesino del sentido común de las
mentes de millones de obsesionados con odios, de los que ni siquiera
comprenden sus orígenes.
Cuando, por la lógica profundización
de los desequilibrios financieros, económicos y sociales, se caiga a
pedazos el plan de la miseria popular, el retroceso habrá sido tanto
que la reconstrucción más necesaria será la del alma de cada uno
de los argentinos, para insuflarle, por enésima vez, el espíritu de
una Patria que se perdió en el mismo y repetido laberinto,
estructura de un Poder que será imprescindible destruir para
impedir, esta vez para siempre, el regreso de los perversos
“chacales” humanos.
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