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Todos sabemos que es la desnutrición, ese estado patológico
causado por la deficiencia en la alimentación, que deriva en distintas
manifestaciones, como baja estatura, debilidad, mayor predisposición a enfermedades
y problemas en el aprendizaje y desarrollo intelectual. Cada año, entre 3 y 5
millones de niños, menores de seis años, mueren por desnutrición en el Mundo.
Mientras tanto, en el otro extremo de la escala social,
privilegiados por imperio de sus apropiaciones del resultado del trabajo de
millones de padres y madres de esos desnutridos, desperdician cada día
toneladas de alimentos que van a parar a los basurales, donde algunos
desnutridos llegan a recuperarlos en parte, en un segundo sometimiento al que ya
padecen, alejándose cada vez más de la dignidad de ser humanos.
La crueldad no termina allí, sino que se reproduce con el
convencimiento de mayorías que sí se alimentan, que sí se visten, que sí
acceden a los derechos que debieran ser universales, y que defienden tamaños
despropósitos sociales, con la certeza de formar parte del privilegio
excluyente de quienes dominan el Mundo. Idiotas desculturizados acompañarán
todas las horrendas acciones de los poderosos, para recibir alguna migaja más
del sucio pan de la traición a la razón y la justicia social.
Ejércitos de estudiosos de las debilidades humanas, saben cómo
y cuándo impregnar de odios y desprecios hacia los miserabilizados, con
infinitos recursos que prefieren otorgar a los medios de comunicación, antes
que solventar la salida de la desnutrición de esos ninguneados sociales. Habrá
hasta médicos que se prestarán a tales conjuras perversas, negando con falaces
discursos la evidencia del hambre y sus consecuencias.
Incansables en sus acumulaciones de fortunas, los mandamases
mundiales no se privarán nunca de una guerra por allí y otra por allá, de forma
de asegurar, aún más, sus poderes casi omnímodos sobre el Planeta, enseñándonos
lo que nos espera si nos atrevemos a rebelarnos contra tanta injusticia.
En ese mar de corrupción en serio se navega. Esa es la
descomposición que no se muestra. Ahí están los rostros de poderosos que nunca
veremos, pero que comandan la siniestra tarea empobrecedora y hambreadora de la
mayor parte de la humanidad.
Mientras tanto, aquí y en todas partes, seguimos mirando
rutilantes comedias judiciales y politiqueras, donde deshonestos funcionarios,
y empresarios de sus mismas layas, acusan de corruptos a sus oponentes, solo
por haberse atrevido a menguar, tan solo un poquito, sus miserables fortunas.
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