Imagen de homonosapiens.es |
Desde chicos aprendemos el significado de la palabra
democracia. Que se originó en la unión de los vocablos “demos” y “kratos”, que
es el gobierno del Pueblo mediante la participación directa o indirecta, que
nació en Atenas, que en realidad no todos los integrantes del Pueblo ateniense
podían participar, y otros detalles por el estilo.
La historia nos legó esta forma organizativa de los Estados,
mostrándola como una forma de convivencia social en la que todos sus miembros son
libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a
mecanismos contractuales establecidos por decisión de las mayorías. Claro que
no todo es tan sencillo, ni tan lineal.
Aquellos mecanismos contractuales, supuestamente
establecidos por decisión de las mayorías (y aun cuando así hubiera sido),
terminan por convertirse en herramientas de quienes se fueron adueñando de los
principales resortes de la economía, con el único objetivo de profundizar sus
dominios y elevar sus poderíos. Atravesada por esas relaciones de poder, estas
formas organizativas de las sociedades terminan por conformar individuos no tan
libres y mucho menos iguales que los soñados por los diccionarios.
Ha pasado mucha agua bajo el puente de la historia, produciendo
nuevas formas de empoderamientos que fluctúan pendularmente entre las mayorías
populares y las obstinadas minorías aristocráticas. Los oscuros
entrecruzamientos entre los dueños del Poder económico y algunos arrogados
representantes del Pueblo, han generado otra derivación del significado de la
democracia, donde se diluye, casi hasta desaparecer, la relación entre las
necesidades populares y las decisiones de sus delegados.
Aquí es el momento cuando uno se termina preguntando ¿qué es
entonces la democracia? Lo que debiera ser, su antigua definición lo
manifiesta. En qué se ha convertido, los padecimientos presentes lo aclaran a
la perfección. Qué desearíamos que fuese, podría dilucidarse, tal vez, por los
postulados de las organizaciones políticas populares.
Al fin, nuestra conciencia, atravesada por el aprendizaje
permanente de una tradición que construimos a diario, nos terminará mostrando
que, democracia, es solo una palabra. Un simple vocablo al que esa convención
llamada Pueblo le pondrá, alguna vez, la rúbrica definitoria, cuando tome en
sus manos, sin falsos intermediarios, la decisión de ser protagonista absoluto
de su historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario