lunes, 15 de mayo de 2017

EMBRUTECIENDO AL SOBERANO

Por Roberto Marra

Alguna vez, Sarmiento dijo que “Hay que educar al soberano”. Su intención parecía certera en lo conceptual. Pero la frase está incompleta, ya que antes decía que “un pueblo de ignorantes elegiría gobernantes como Rosas”. Comienza ahí a desnudar su real propósito, al manifestar su repudio por quien fuera un líder popular defenestrado hasta el hartazgo por la historiografía oficial.
Para el “maestro inmortal” no había límites para sus odios de clase, lo cual se demuestra cuando manifiesta, muy suelto de cuerpo, que “Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestra Cámara de Diputados y Senadores ni gauchos, ni negros, ni pobres”.
Herederos de aquella bestialidad oligárquica, pero con muchas menos luces intelectuales, los integrantes del equipo gobernante (que ya demostró que no es el mejor de los últimos cincuenta años), han generado un profundo retroceso en el sistema educativo nacional, destruyendo un virtuoso proceso de empoderamiento social de la formación de las nuevas generaciones.
Programas desactivados, proyectos dejados de lado, becas reducidas, presupuesto disminuido, privilegios para escuelas privadas, docentes empobrecidos y edificios en abandono, son parte de sus acciones dirigidas a terminar con la universalización de la educación y su extensión a la totalidad de la población y el territorio.
El largo conflicto gremial, cuya duración también forma parte de la estrategia de desgaste del gobierno elitista y sarmientino de Macri y sus amigos, ha puesto sobre la mesa estas regresiones a los tiempos donde el acceso a la escuela era más una necesidad alimenticia que educativa. Y hasta eso ha disminuido, al brindar cada vez, menor calidad nutricional en los comedores escolares.
Las universidades son las peor tratadas por este proceso de escasez presupuestaria, sobre todo las creadas más recientemente, pobladas por juventudes de los sectores sociales a los que Sarmiento aborrecía, mientras aseguraba, ya entonces,  que  "Si algo habría que hacer por el interés público seria tratar de contener el desarrollo de las universidades...”
Todo conduce nuevamente al “padre del aula”, a sus repugnantes máximas clasistas, a desconocer la existencia misma de los otros, en tanto partes de una pobreza que no eligieron, fruto siempre del desenfreno neoliberal, de la timba financiera elevada al rango de política económica y del desprecio absoluto por quienes sostienen y construyen las fortunas mal habidas de estos descendientes de estirpes logradas, tal como gustaba Sarmiento, sin ahorrar sangre de gauchos e indios.

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