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El cinismo está gobernando Argentina. Los funcionarios-gerentes
no paran de mentir y desacreditar, de provocar y ensuciar, de negar y apalear.
La justicia se embarra gozosa con recompensas de libertad a los peores asesinos
de nuestra historia. Los legisladores incumplen con sus mandatos específicos,
levantando sus manos solo por miedo a sus caídas en desgracia. Los gobernadores
aceptan condiciones deshonrosas y pauperizantes de sus pueblos, entregados al
capital que sustentará por poco tiempo sus economías enflaquecidas.
La insolencia está gobernando Argentina. Mafiosos devenidos
funcionarios tejen peligrosas redes económicas que destruyen las bases de lo
productivo y eleva al nivel de endiosamiento a las finanzas. Ministros
atendiendo de ambos lados de los mostradores de la desvergüenza especulativa,
aseguran sus futuros personales arrasando los bolsillos laburantes.
La perversión está gobernando Argentina. Con desenfreno y
ferocidad se apropiaron de las esperanzas populares, atrapándolas con las
zanahorias de relatos tan falsos como sus fortunas declaradas. Envueltos en
coloridos paquetes de lucha contra la corrupción, venían escondidos los
resultados de pobreza y desempleos, ahora desatados y sin control.
La violencia está gobernando Argentina. Un beodo personaje
con máscara de fuerte autoridad, desata represiones contra maestros, mujeres y
niños, escondido detrás de supuestas necesidades circulatorias, apaleando
cabezas y cuerpos con saña, mediante bestias disfrazadas de ridículos guardias
pretorianos. Con ferocidades casi olvidadas e ilegalidades admitidas, se abrió
la caja de pandora de las fuerzas de seguridad.
La mentira está gobernando Argentina. Sin vergüenza alguna,
inauguran obras de otra gestión, anuncian inversiones que nunca llegan,
aseguran reactivaciones que solo existen para sus amigos y familiares, endeudan
a varias generaciones para sostener un modelo expropiatorio y entreguista de lo
nacional, destruyen legislaciones protectoras en aras de una productividad
basada solo en la esclavización de los trabajadores.
Cínicos, insolentes, perversos, violentos y mentirosos. En
esas manos estamos, apañadas por jueces chapuceros y cortesanos que envilecen
la noción misma de Justicia. Sin piedad, continuarán destrozando cada uno de
los derechos ganados con sangre y dolores indescifrables de miles de víctimas.
Y apañando a los autores de esas masacres, con las que construyeron sus
inmensas y sucias fortunas.
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