Por Roberto Marra
La Guerra Gaucha fue la lucha de milicias y guerrillas
llevada adelante en el Noroeste argentino contra los ejércitos realistas
durante la Guerra de Independencia de Argentina, conducida por Güemes, uno de
los patriotas más trascendentes y honorables de nuestra historia. Su objetivo
era el desgaste permanente de las fuerzas enemigas, mientras la genial estrategia
de San Martín continuaba su acción por otros rumbos geográficos.
Algo de estas formas y métodos se intuyen en las acciones
del gobierno macrista, aunque con más que evidentes signos opuestos y ninguna
épica. No es la liberación de la Patria su propósito, sino la profundización de
su sometimiento. Para eso, ha desatado su moderna acción “guerrillera”
neoliberal, dando golpes repetidos contra los desvalidos trabajadores, con
balazos de tarifas y sablazos al salario. Sus “milicias” actúan con las sucias
armas de las redes sociales y las repetidoras televisivas, atravesando los raciocinios
con mentiras diagramadas para matar la memoria.
Parodiando aquella sublime estrategia militar de nuestra
independencia, Macri parece querer realizar “la gran San Martín”, pero al
revés, y mientras aquí impulsa esta guerra no convencional contra los
ciudadanos, ha cruzado los mares hacia Oriente, claro que solo para concretar
jugosos negocios, redituables únicamente para sus intereses personales y
empresariales.
Tuvo que pasar, sin embargo, por el cedazo del estoicismo
chino, que lo obligó a firmar lo mismo que había denunciado como
inconstitucional hace dos años. Imperturbable frente a la adversidad, siguió
tirando de la cuerda de la “herencia recibida” para aliviar sus
responsabilidades, pero esgrimió su lapicera para adornar documentos firmados
mucho antes por esa antecesora tan denostada.
Después de pasar por Japón para sacarse algunas fotos con el
Emperador y muy poco más, regresó para continuar su escalada bélica contra el
“populacho” empobrecido, ahora con su “espejo” Temer caído en desgracia y las
complicaciones macroeconómicas que no podrá, ni sabrá evitar.
La estrategia del desgaste de bolsillos pobres continuará y
la táctica de comprar odios a cambio de futuros imposibles se profundizará. Pero
ya ha sido revelado el contraste de la realidad con sus promesas electorales,
tan vacías de contenido, como de alma sus mentores. El factor sorpresa no podrá
ser esgrimido, y los cantos de sirenas dejarán de escucharse, para liberar al
fin, los auténticos espíritus emancipadores de Güemes y San Martín, que anidan desde
siempre en cada uno de los auténticos argentinos.
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