Por estos días, los asesinatos de jóvenes mujeres, algunas
casi niñas, está golpeando duramente a la sociedad. Inmediatamente se genera en
todos el deseo de que el Poder Judicial capture y condene a los culpables de esos
crímenes espantosos. Es una aspiración lógica de toda persona con valores
arraigados en la defensa de los derechos humanos más elementales. Los mismos,
idénticos, que les fueron privados a miles de hombres, mujeres y niños en la
última dictadura cívico-militar.
Así fue, aun cuando las
justificaciones alegadas por los asesinos hayan manipulado la realidad
de millones de otras personas que, creyendo en los relatos fantasiosos de
“enfrentamientos” con inermes mujeres y niños, aceptaban con satisfacción esas
mentiras cómodas para no sentir responsabilidad alguna sobre los hechos
abominables que se estaban cometiendo.
Con el mismo sadismo de los violadores individuales que hoy
cometen las aberraciones sobre indefensas adolescentes, con esa exacta
crueldad, los militares de entonces terminaron con las vidas de tantas mujeres,
después de violarlas y torturarlas con el fervor propio de los enajenados.
Sin embargo, algunos sectores de la misma sociedad que
repudia con vehemencia los actuales hechos criminales, actúan con pasividad y
benevolencia frente a la disminución de los castigos impuestos por el Poder
Judicial a estas bestias que alguna vez se creyeron dueños de la vida y la
muerte de todo un País. Ayudados a “razonar” por los medios de in-comunicación
dominantes, terminan justificando a aquellos, tanto como pretendiendo venganza
directa por los actuales.
¿Acaso en el futuro, cuando hayan pasado años en la cárcel,
los actuales violadores y asesinos gozarán de la misma indulgencia por parte de
la sociedad? ¿Acaso serán justificadas entonces, igual que el caso de Etchecolatz hoy día, que
se vayan a sus casas a cumplir tranquilamente con sus penas, cuando solo sean
unos “pobres viejitos”?
No descubrimos nada si decimos que el Poder, en manos de
perversos, es la escalera al infierno. Allí fuimos conducidos por señores de
gorras y uniformes, protegidos por elegantes hombres de negocios y sádicos
periodistas de turno. Ahí estamos regresando, por otro camino, cuando se apañan
a los delincuentes desde ese Poder donde todo vale para justificar las disputas
por ganancias derivadas de los peores ilícitos.
Para enfrentar estos tiempos de feminicidios e injusticia
social, de policías corruptos y jueces sin honor, de gobierno de falsas
alegrías y desprecio por el dolor popular, será preciso recordar que la lucha
por la justicia solo triunfará si va de la mano con la búsqueda de la verdad,
único re-aseguro para que el futuro sea construido sobre las sólidas bases de
una memoria que, como antes, la quieren desaparecer.
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