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Da la impresión que se tiene miedo a la libertad. Tal vez
porque es un término que tiene una doble implicancia: decidir por nuestra
cuenta, al tiempo que atender la responsabilidad de los actos que asumamos. Es
que no somos individuos aislados en un mundo propio e ideal, sino que formamos
parte de un organismo social, un cuerpo unificador que establece límites a
nuestras individualidades y que posibilita el desarrollo virtuoso de cada uno
pero, al mismo tiempo, de todos.
Una Nación es uno de esos organismos sociales, que se crea
en base al entendimiento de la pertenencia a determinado ámbito geográfico, que
identifica y cohesiona a sus habitantes después de un proceso histórico cultural
de apropiación de determinados símbolos, que les dan a los individuos el
carácter socialmente necesario para sentirse parte de un mismo conjunto. Es
cuando nace un sentimiento: la Patria.
Ese fue, seguro, el proceso por el cual transcurrieron los
tiempos donde individuos esclarecidos, comprendiendo el instante histórico que
atravesaban, dieron un paso hacia eso tan complejo que es la libertad. Los
libros reflejan las dudas que surgieron en muchos, pero también las decisiones
audaces de los más resueltos. Algunos habrán actuado por intereses personales,
pero el carácter revolucionario lo pusieron los intrépidos, los valientes de
verdad, los que tomaron las riendas al inicio de la euforia libertaria.
La historia siguió su cauce y todos sabemos que esos sueños
anduvieron derrochando esperanzas detrás de nuevas formas de sometimiento y
pérdida de libertades. Los revolucionarios fueron vencidos por quienes supieron
hacerse de cuanta riqueza hubiera en nuestro territorio, arrasando pampas y
pueblos originarios para sumar hectáreas a sus riquezas. Los creídos nuevos “nobles”
asumieron de facto, como lo harían siempre de allí en más, la conducción de esa
incipiente Nación hacia el dominio expoliador de ellos y los imperios
asociados.
Los Pueblos, en su búsqueda incesante de libertad, parieron,
cada tanto, líderes que se les correspondían en un todo. Fue cuando aparecieron
los oasis de justicia social, supremos momentos donde las palabras soberanía e
independencia retomaron sus significados originales. Donde los individuos
comenzaron a comprender lo imprescindible de considerarse seres sociales y la
solidaridad dejó de ser sinónimo de caridad.
Hoy, cuando se ha retomado la orientación de los antiguos
traidores a los revolucionarios de Mayo, con sus herederos al mando, es indispensable
volver a los principios de Moreno, Castelli, Belgrano y tantos otros que no
dudaron, cuando la alternativa era libres o esclavos. Porque si los sueños
quedaron truncos una y otra vez, las esperanzas deberán recrearlos, para
doblegar a los perversos malhechores del Poder, despejando las nubes de las
mentiras, para ver asomar, como hace más de 200 años, el sol de la libertad.
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