Imagen de "Nexos" |
Por
Roberto Marra
Inducir
es la palabra del momento. Nos inducen a pensar lo que no somos, lo
que no sentimos, lo que no deseamos. Nos inducen a adherir a
criterios que nunca tuvimos, a políticas a las que jamás
adscribimos, a proyectos que van contra nuestros intereses. Nos
inducen a utilizar vocablos de otras lenguas, a despreciar a nuestros
ancestros indígenas, a admirar a nuestros dominadores. Nos inducen a
ser insolidarios, a valorar lo superfluo y desdeñar lo trascendente,
a odiar a nuestros benefactores y a amar... al FMI.
Actores
fundamentales de esos procesos inductivos, son las encuestadoras. Se
trata de empresas que, utilizando una ciencia exacta como la
matemática estadística, pueden analizar con rigor la realidad o...
elaborar realidades a pedido de quienes pagan sus costosas campañas.
El Poder se vale de estos prolíficos fabricantes de “verdades
estadísticas”, para asegurar su continuidad. Las industrias
utilizan estos métodos para vendernos productos inservibles, como si
fueran imprescindibles. Y los políticos deshonestos, intentan
capturar la voluntad del electorado elaborando fantasiosas cifras de
adhesión a sus muecas de campañas.
Comienzan
ahora, por estos tiempos de debacle financiero del proyecto
neoliberal, a pulular por las pantallas estos “serios”
representantes de las “inequívocas” estadísticas, para
asegurarnos que han descubierto otras verdades. Son esas que intentan
certificar la defunción del “populismo” a base de matar la
popularidad de sus líderes auténticos. Muerte que declaran mediante
las muestras obtenidas por sus dudosas encuestas telefónicas, a
través de las cuales descubriremos que aquellos ya no tienen futuro
y otros crecen sin techo en la consideración de las masas.
¡Oh,
casualidad!, los que parecían casi desaparecidos de las
posibilidades de “éxito” electoral, comienzan ahora una carrera
ascendente en los porcentajes, que se apuran a mostrar los monigotes
que ofician de comunicadores del Poder, haciendo burdo incapié en el
“notable estancamiento” de la imágen de su “alter ego” del
odio. Los que hasta hace un rato abrazaban al genocida social que
preside el gobierno nacional, ahora aparecen como la oposición
“sana” y “republicana” del mismo proyecto, mostrados con
cifras de adhesiones tan increíbles como sus rostros de piedra con
sonrisas de cartón.
Datos
y más datos, cuadros y más cuadros, barras, líneas y porcentajes.
Toda el herramental de la ciencia real para validar lo irreal. La
inducción en su máxima expresión y su peor miseria moral. La
sociedad embrutecida y cansada, termina por aceptar esas cifras y
tendencias, inclinando sus irreflexivas acciones hacia lo que le
muestran con perversa certeza los fabricantes de ilusiones
electorales.
Pero
las matemáticas, lo sabemos, es el reino de la abstracción. Es una
elaboración de la mente humana para comprender su universo y
desarrollarlo. Abstractos resultan, entonces, los resultados de las
estadísticas del futuro. Simples valores de referencia, que muchos
se apuran a endiosar para asegurar triunfos que no siempre responden
a los designios de los gurúes de los números y las tablas. Deseos
irreflenables que pretenden convertir a los peores, en dioses de un
ocaso que no será tal, solo si los encuestados se atreven a olvidar
sus respuestas inducidas. Y tomar por asalto sus esperanzas,
inundando de voces y votos las calles del futuro.
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