Los
números “redondos” son especialmente atractivos para los tiempos
transcurridos. Resultan como hitos que nos marcan etapas, marcas que
parecen metas inalcanzables convertidas en realidad, señales para
recomenzar la vida con nuevos objetivos. Claro que no siempre esos
números nos muestran buenos tiempos. Los males pasados nos previenen
de futuros que pudieran ser todavía peores, si no se redimen los
injustos estigmas soportados por las personas que molestan al Poder.
Ese es el ejemplo de Milagro Sala.
Mil
malditos días alejada de su gente, odiada por los imbéciles
desclasados y los pobres oligarcas de papel glacé, ridículos
seguidores de gobiernos indignos, soberbios representantes de una
sociedad sometida al arbitrio de un pequeñísimo hombre, casi un
gusano entre gusanos de su misma laya, que amaga un aparente desvío
para continuar por el carril de la indecencia y el oprobio,
construyendo un destino miserable para el pueblo jujeño.
Mil
soles perdidos, mil lunas apagadas, mil despertares amarrada a un
espacio irreverente con su condición humana. Muchos más miles de
palabras ofensivas, de burlas de oficiales de la injusticia armada,
otros tantos golpes y amenazas cobardes de pusilánimes con uniforme.
Miles de horas sin abrigo ni abrazos, de comidas sin sustento, de
observaciónes soberbias de jueces y fiscales sin nobleza ni decoro.
Miles
de miradas sombrías, miles de silencios sin respuestas, horas y
horas perdidas detrás de una ventana hacia la nada, tratando de
asesinar su voluntad, aplacar su valentía, arrodillarla ante el amo
blanco que no le perdona su altivez indígena. Decenas de operativos
de traslados sin sentido, de idas y vueltas sin regreso, de gestiones
burocráticas vanas, de declaraciones a oidos sordos, con testigos
falsos y falsas revelaciones, alimentadas por prebendas a la vista de
todos, que nadie ve.
Pero
miles son también las razones de su orgullo nunca abatido. Miles
fueron las viviendas que su voluntad levantaron. Decenas de miles los
habitantes que salieron de las sucias cobachas a las que los
poderosos les predestinan desde que nacen. Miles y miles de espíritus
renovados, insuflados de derechos que nunca conocieron, constructores
de sus propios destinos, empoderados de sus dignidades apaleadas por
quinientos años.
Mucho
más que mil es la suma de su perseverancia. Mil veces maldecida, mil
veces levantada. Porque miles de brazos aprendieron a hacer mucho más
que obedecer a sus antiguos capataces. Miles también salieron de la
cueva de sus ignorancias, adelantaron el reloj de sus sabidurías,
consumieron las letras que les faltaban y emergieron de la esclavitud
asignada por sus verdugos.
No
sabe aún cuando dejará de ser perseguida. No conoce la fecha de su
vuelta a la vida en libertad. Pero planifica ya una nueva esperanza.
Prepara ahora su regreso a la batalla por la justicia, la que le
importa, la social. Explica desde atrás de las rejas los caminos
liberadores de sus compañeros postergados. Elabora con paciencia
milenaria la vuelta a la construcción del mundo nuevo que no dejó
de soñar cada noche de los mil días de cautiverio.
Milagro
tiene el nombre que se merece. Es el correlato de su existencia. Es
la marca registrada del honor y la verdad, del valor de la palabra y
el empeño, del respeto a la vida solidaria. Y es, por sobre todo, la
guía espiritual de una revolución bicentenaria que acabará, algún
día, en el triunfo de su raza de valientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario