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Por
Roberto Marra
Las
nuevas generaciones son el objetivo del Poder para asegurar su
preeminencia en el futuro. Cooptarlas, atraparlas en sus redes
ideológicas y culturales, son maniobras permanentes de los grupos
que representan a los poderosos. Fomentar en ellas las banalidades y
la tilinguería, los placeres superfluos y efímeros, son la forma
que han ido utilizando a lo largo del tiempo para alejarlas de sus
pertenencias sociales reales y convertirlas en adiestradas marionetas
para el logro de sus objetivos de dominación eterna.
El
resto de la sociedad, la fuerza de trabajo adulta, solo debe ser
explotada lo suficiente como para que ni siquiera tenga tiempo de
elaborar en su conciencia las razones de sus propios padecimientos,
mucho menos de comprender las de los demás sectores sociales.
Aleccionada en la búsqueda de alcanzar metas irrealizables, se los
manipula para el desprecio a quienes han sido marginados y la
admiración de los “triunfadores”, esa raza de opulentos
engreídos sin otra meta que la soberbia de la acumulación infinita
de riquezas.
Pero
(siempre hay uno), no todo les sale bien a los poderosos. A veces,
muchas más de lo que ellos se esperan, aparecen piedras en su
camino. Surgen voces disonantes a las que concibieron sus “focus
group”. Nacen, como de improviso, grupos que se ponen de pie y
manifiestan verdades que todos saben, pero esconden, por miedo o
complicidad. Emergen justo donde el Poder pone toda su garra maléfica
para construir la cultura del individualismo: el sistema educativo.
Entonces,
las pibas del Colegio Nacional de Buenos Aires explotan frente a toda
la runfla perversa de lo pequeños gerentes de los poderosos de
verdad, puestos ahí para promover generaciones de sumisos
ciudadanos, hombres y mujeres sin proyectos liberadores para una
sociedad que necesitan aplastada para continuar con su acopio de
fortunas mal habidas.
Con
las palabras justas, con la valentía y el arrojo de quienes se saben
víctimas, con la serenidad y el conocimiento de lo vivido en sus
cortas experiencias, arremetieron contra la voluntad silenciadora de
los oscuros personajes que ofician de docentes y “autoridades”,
alejados ambos de sus funciones para convertirse en asesinos de
ilusiones de las nuevas promociones.
Pusieron
las cosas en su lugar. Arrojaron la primera piedra, porque pueden
hacerlo sin vergüenza alguna, libres de pecados que otros
cometieron. Empujaron el tiempo a otro tiempo, dejaron atrás la
adolescencia y se convirtieron en mujeres pensantes. La obediencia
ciega al poderoso no les habrá de contener nunca más. Ese es el
real peligro para semejantes perversos, fútiles ejemplares de un
sistema destinado a la desaparición, cuando millones tomen la posta
dejada por estas valientes.
En
medio del caos financiero y económico, en medio de la desaparición
del Estado como protector de los derechos, en medio de irracionales
presupuestos y traidores a la medida de sus designios, en medio de
libertades denigradas y violencias sin medida, aparece una luz, no ya
al final de un túnel, sino al principio de una nueva esperanza. Solo
falta que los otros sojuzgados, los adultos y las mayores, se atrevan
a dar el paso que, con inmensa sabiduría, ya dieron estas enormes
mujercitas.
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