martes, 2 de octubre de 2018

LA INVASIÓN OCULTA

Imagen de "Taringa!"
Por Roberto Marra
Nada mejor que no ver, para no sentir. Este axioma parece ser el predilecto del sistema mediático, que nunca muestra lo que sabe peligroso para mantener sus sostenes políticos y financieros. De él se valen para elegir las noticias y realizar sus análisis. Con él caminan a la cabeza de los idiotizados por la senda de la ignorancia placentera, la estupidización obnubilante, el atropello a la razón que evita descubrir las verdades liberadoras de alternativas peligrosas para el Poder.
La saturación monotemática es otro recurso imprescindible para mantener la atención de los mediatizados, evitando dar a conocer situaciones mucho más importantes y hasta peligrosas para los receptores. Hechos que trascienden por impulso de los pocos dignos representantes de la profesión periodística, son minimizados y tapados hasta hacerlos desaparecer de la escena cotidiana, elaborando “convenientes” discusiones estériles sobre lo que no importa demasiado o solo explican, en parte, lo que de verdad debiera interesar.
Así, mientras las pantallas se inundan de cifras y cuadros estadísticos sobre la evolución del dólar, los salarios, los precios y el “riesgo país”, por detrás nos pasan hileras de tanques de guerra yanquis transitando hacia las nuevas bases que se preparan para su establecimiento formal y físico en nuestro territorio. Son la concreción del “sueño americano” (el de ellos), alistándose para fijar un dominio que, en lo cultural, ya lograron hace rato.
A nadie parece interesarle (o a demasiado pocos, para ser justos) que la mayor potencia económica y militar del Mundo establezca bases militares en nuestra tierra. Tal vez crean, por ventura, que se trata de verdad de luchar contra el narcotráfico o el terrorismo, disculpa pueril pero suficiente para abrir los brazos a su llegada por parte de los cómplices y adláteres del (des)gobierno nacional. O puede que deseen, tal como dicen algunos apátridas de escasas neuronas, que mejor que flamee la bandera de rayas y estrellas antes que la “inútil” azul y blanca.
Agua y petróleo, litio y gas, alimentos y medicinas. Esos son los reales objetivos materiales para desparramar la obscenidad de sus presencias. Pero no acaba allí. El dominio continental necesita de sus presencias para acabar con el “peligro populista” para siempre. Sus misiles apuntarán a Evo y su renacida Bolivia, listos para destruir la virtuosidad que no soportan de un proyecto de desarrollo ejemplar, al que han logrado derrotar en ese tribunal europeo que pretende llamarse internacional, impidiéndole la salida al mar que los imperios le bloquearon desde hace mucho más de un siglo.
La militarización de las calles, la proliferación de la violencia institucional, el armamentismo desatado para amedrentar a las mayorías y sostener un modelo que solo puede terminar en rebeliones, ha hecho que el Poder se cure en salud, trayendo a los “marines” a nuestras tierras, desembarcando en “cabeceras de playas” que son solo el principio del dominio absoluto, al que accederán mediante el sistema financiero que, además de arrasar con la producción y el trabajo nacional, se apresta a quedarse con las empresas más importantes.
Un “combo” de alegrías infinitas para los vendepatrias que sustentan estas intervenciones encubiertas. Sus negociados estarán a salvo, asegurándodes las “migajas” que los invasores les proveen para ejercer sus deleznables oficios mercenarios. Los actores del periodismo les brindarán la cobertura mediática que tapone el conocimiento de las mayorías, acumulando más vergüenzas a las que ya llevan sobre sus espaldas cobardes.
Mientras tanto, en el Congreso Nacional, muchos continúan discutiendo la cuadratura del círculo, simples cruces verbales de poca monta, tontos manotazos entre barras sin otra ideología que la conveniencia individual. Muy pocos, casi nadie, se anima a plantear las invasiones silenciosas que preanuncian un regreso al coloniaje vil. Escasos son quienes se atreven a plasmar sus prevenciones patrióticas en palabras escritas en proyectos de leyes que nunca se tratan.
Ya parecen enterradas las palabras señeras de los grandes soñadores de una Patria liberada. Lejos han quedado las ilusiones tan mentadas de autonomías que no tenemos y futuros atascados en medio de tantos oprobios y miserias. Cerca se ven ahora los fusiles enemigos, la barrera que pretenden infranqueable hacia la recuperación de lo que nunca pudo culminarse. Pero la palabra imposible no existe en el vocabulario popular. Y el tiempo se encargará de demostrarlo.

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