Imagen de "Ámbito Financiero" |
Por
Roberto Marra
Especular
es hacer suposiciones sobre algo que no se conoce con certeza.
Presuponer es suponer algo que, aún sin indicios terminantes, sirve
para desarrollar un argumento que permita desarrollar una acción
determinada. De eso se trata, en definitiva, un presupuesto, en tanto
herramienta política para darle visos de previsibilidad a las
decisiones que se pretendan tomar en un futuro temporalmente acotado.
Punto
cúlmine de este procedimiento formal, es la presentación ante el
Poder Legislativo del proyecto de Presupuesto. A partir de ahí, se
desató una andanada de especulaciones mediáticas, alimentadas por
los especuladores legislativos, esos tan especiales diputados y
senadores siempre proclives a los cambios de dirección en sus
opiniones. Tratando de parecer lo que no son, conjeturan sobre sus
futuros personales antes que sobre los del Pueblo. No meditan ni
reflexionan para mejorar lo elaborado, solo elucubran formas
comerciales de servirse de la coyuntura de necesidades del ejecutivo,
para terminar, como siempre, sirviendo a los intereses del mismo amo
que los sostiene.
No
por nada, el significado de la palabra “especulador” es
traficante, negociante, estafador, usurero, acaparador. Por allí
circulan esas mentes preparadas para el engaño y la traición,
demonizando a los que de verdad se manifiestan opositores a semejante
proyecto de ley, tratando de minimizar los daños que con claridad se
señalan como final seguro resultante de su aplicación.
Trafican
con lo que no tiene remedio. Negocian con las vidas de sus propios
votantes. Estafan moral y económicamente a la Nación que los ungió
como representantes. Se convierten en defensores de la usura
proveedora de fondos que nunca veremos transformados en obras o
beneficios reales. Acaparan la verdad de un relato tan falso como sus
dobles caras, escondiendo detrás de sus máscaras de dolores por la
pobreza, la felicidad de cumplir con sus mandatos espúrios, que
jamás coinciden con los votados por los eternos (y avisados)
seguidores de espejitos de colores.
Estos
tan especiales seres des-humanizados, elaboran teorías fantasiosas
sobre salidas imposibles de esta encerrona repetida de la historia.
Hablan de diálogos inexistentes, de “cambios” que nunca llegan,
de gestiones que ellos (y solo ellos) están preparados para
enfrentar cuando llegue la hora del recambio institucional.
La
postergación es la palabra más correcta para denominar su accionar.
El aplazamiento de mejores días para un futuro que ellos saben que
nunca podrá llegar con sus bajezas politiqueras, los convierten en
enemigos del Pueblo que, crédulo eterno, cae mil veces en la trampa
de batallas contra sus iguales, despreciando a quienes les preveen de
sus próximas desgracias, si todo se realiza como ordenan los
poderosos y sus lacayos.
Son
horas trascendentes las que transcurren cuando un Presupuesto llega a
los legisladores. Debieran ser tiempos de análisis profundos y datos
concretos, de hipótesis derivadas de experiencias y conocimientos
reales. Es el momento de sentar las bases de un giro en la
degradación nacional, enfrentando con valentía a un enemigo que
está destrozando el presente y anulando el futuro. Y es la etapa
imprescindible en la construcción de una nueva ilusión de bases
reales, que arrase con la muerte programada de nuestra República y
haga justicia con los asesinos de nuestra historia. Sin
especulaciones miserables.
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