Por
Roberto Marra
Existen
lugares en el Mundo que no se los nombra casi nunca. Son rincones
sumergidos en el “olvido” noticioso, desaparecido de los relatos
de los observadores internacionales, que se ocupan prioritariamente
de la defensa de los intereses del amo del Planeta y sus oscuros
procederes mafiosos, inventando cortinas de humo que tapan
convenientemente sus malicias sobre los pueblos más empobrecidos por
sus políticas de sometimiento económico y financiero.
Hace
nueve años, más de trescientos mil personas murieron a causa de un
terremoto que destruyó, además, la ya desvencijada situación
económica y productiva de Haití. Resulta pedagógico mencionar las
actitudes de los diferentes actores que se presentaron para la ayuda
humanitaria en esos momentos de dramas imposibles de comprender para
quienes no lo viven. Allí, como en cada lugar del Planeta que ha
requerido la presencia de acciones solidarias, estuvo primero Cuba,
que ya venía desde hacía más de diez años, para entonces, de
acompañar a ese pueblo eternamente malherido. Un verdadero ejército
de médicos y enfermeros se desplegó con las únicas “armas” que
exporta la isla de la libertad: medicinas y caricias al alma.
Y
allí estuvo también EEUU, pero con un extraño cargamento de ayuda
“humanitaria”: miles de marines que se desplegaron para
aprovechar el momento de incertidumbre y desgracias, con su
tradicional método de invasiones disfrazadas de amparos... de sus
intereses. Nada de lo que se necesitaba llevaron estos ocupantes,
salvo la perfidia de sus actos inmorales con los inermes habitantes
que buscaban sus muertos esparcidos por las calles repletas de
escombros.
La
prometida reconstrucción no fue tal cosa, sino simples alivios
temporarios de las miserias que ofenden la condición humana. La
devastación no fue producto solo de un terremoto, ni de los otros
que se sucedieron en el tiempo. El avasallamiento de esa primera
nación libre de Nuestra América, sede del primer levantamiento
libertario de estas tierras coloniales, ha sido colosal y
paradigmática.
Sometida
por décadas a regímenes dictatoriales apoyados por Francia y EEUU,
con los Duvalier a la cabeza, se promovieron políticas destructoras
de su producción agraria nacional, terminando como importadora de
alimentos que antes producía con suficiencia exportadora. Las
condiciones de marginalidad de la mayoría absoluta de sus población,
elevó la violencia, exarcebada con la perversión manifiesta de la
guardia personal de los Duvalier, los “Tonton Macoute”,
continuada en estos últimos tiempos por los famosos “Cascos
Azules” de las Naciones Unidas, la denominada “Minustah”, que
terminó sus días en la mitad más pobre de esa isla, acusada de
haber llevado el cólera que mató a más de diez mil hiatianos y de
ser responsable de innumerables actos de violaciones.
La
violencia siguió y sigue siendo la protagonista principal en esa
Nación irredenta. Cada día se cobra otras víctimas, que engrosarán
la larga lista de “nadies” que solo pretenden ser registrados
como humanos. Vulnerados hasta su casi extinción, los derechos
humanos no suelen pasar por esas tierras enrojecidas con tanta sangre
derramada en nombre de lo que nunca existió. Pero allí sigue la
canalla mediática, asegurando el “ninguneo” de este País de
buena gente arrastrada al fondo del infierno.
Nada
sabremos nunca de Haití, pero estaremos al tanto de cada uno de los
gritos estentóreos de ese minusválido mental que se autoproclamó
“presidente” de Venezuela. Nada podremos conocer de los profundos
dolores de los habitantes de esa “media isla”, pero sí se nos
comunicará cada movimiento de los traidores golpistas venezolanos
disfrazados de liberadores de una Nación que solo necesita que la
dejen en paz, y con paz. Poco se nos dirá sobre Haití, salvo algún
pantallazo de huracanes y muertos sin identidad, pero mucho oiremos,
en Argentina, a los personajes de esta mala historieta llamada
macrismo, rebuznando sus odios de clase sobre gobiernos populares de
otros países.
Ocultar,
retorcer y enterrar la realidad es la forma que se ha dado el imperio
y sus enfermizos sirvientes políticos para imponer sus decisiones en
cada lugar del que requieren extraer sus riquezas. Envueltos en la
mentira organizada, millones de impávidos receptores de los mensajes
de la prensa al servicio de la runfla financiera mundial, desconocen
lo que sucede en los “rincones molestos” del planeta.
Son
naciones inviables y pueblos desechables, que deben ser
invisibilizados, para no ver el resultado fatal de la aplicación de
sus perversiones económicas, mientras las pantallas nos completan la
parafernalia obnubilante con la demente procacidad de sus entregas de
“óscares”, tilinga manifestación de la irracionalidad que
pretende oscurecer la maldad programada para la extinción de los
últimos vestigios de humanidad.
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