Imagen de "Chacanoticias" |
Por
Roberto Marra
Todos
los días y a cada paso, nos encontramos con personas obcecadas en
sus opiniones, creídas dueñas de certezas absolutas, ciegas
representantes de supuestos principios inamovibles, cerrilles
miembros de especies de sectas de vanidosos de sus brutalidades
elevadas al cénit del pensamiento, irracionales sostenedores de
verdades reveladas por algún libro mal leído o alguna teoría
filosófica mal interpretada.
No
se trata siempre de ignorantes, de iletrados, de gente sin
escolaridad. Sus petulancias provienen de sus posicionamientos
sociales erróneos, de sus creencias de pertenencias a alcurnias
imposibles, de sus adhesiones a las expresiones y las acciones de
miembros de la clase social a la que desea pertenecer para sentirse
elevado por sobre sus orígenes reales.
Tampoco
es casualidad la actitud permanente, por parte de quienes dominan
desde un Poder casi omnímodo los medios de comunicación, el impulso
de esas actitudes desclasadas destinadas a convertir a una persona
pobre en una pobre persona, atrayéndola al mundo de fantasía
plastificada con mentiras estudiadas con el pérfido sentido de
alienación encubierta con falsas pertenencias.
Se
ha ido constituyendo así, un ejército gratuito de multiplicación
del pensamiento que se pretende instalar como único, como método
más que eficiente para reducir la rebeldía social contra las
bestialidades del Poder. Un ejército que actúa convencido de su rol
de integrante del muro que impide el avance de las ideas más
auténticamente representativas de las necesidades populares.
Como
se sabe, la burla, el escarnio, la degradación del otro, forman
parte indisoluble de estos batallones de brutos. Los dogmas,
religiosos o laicos, son la base ideológica de estos necios, que se
lanzan al vituperio repetido para desmoralizar a sus contrincantes de
ocasión. La irracionalidad, gérmen insoslayable para ser un “buen”
bruto, los acompañará en sus ataques de iras incontrolables ante
las palabras que pretendan desarmar a sus escasos y pobres
argumentos.
En
esta sociedad, convertida en campo de juego entre la verdad y la
mentira, esta última está ganando por goleada. Tiene, hay que
decirlo, la ventaja de ser dueña de la pelota, de la cancha, del
silbato de los árbitros... y también de los brutos. Sin embargo, no
cuentan con la razón. Ella no forma parte de ese entramado de
circunstanciales miembros de “ganadores”, de esa rara mezcla de
ricos y famosos con pobres alcornoques, incapaces de distinguir sus
propias miradas en el espejo de la vida miserable a la que acarrean a
las mayorias populares.
Será
con esa razón, elaborada y re-eleborada mil veces por la experiencia
popular, transitada pocas veces en la historia, pero demostrada
artífice de los mejores días de esta Patria malherida, que se podrá
reconstruir la fuerza capaz de derrotar al enemigo en su propia
cancha, que no es suya por derecho sino por la invasión de sus
prebendas y falsos sueños de grandezas egoístas.
Será
la razón de un Pueblo convencido de sus fuerzas, conducidos por sus
mejores líderes e iluminados por el fuego inacabable de los mártires
que les precedieron, que dará vuelta el resultado y llenará de
verdades el arco de la injusticia. Y los brutos... los brutos se irán
al descenso junto a sus “amados” ricachones, a ese oscuro rincón
reservado a los que no desean conocer la realidad.
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