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Por
Roberto Marra
¿Puede
haber mayor paradoja que alguien que no tiene huevos, los venda? La
gira asiática del presidente parece generar esta contradicción.
Empeñado en primarizar nuestra economía, el bailador de cumbias de
la Rosada está recorriendo su último (esperemos) año de mandato,
intentando hacer negocios en países con los cuales Argentina venía
teniendo colaboraciones mucho más importantes que algunas ventas de
hortalizas y frutas. Pero, con la soberbia propia de los inútiles,
el actual mandatario asegura que gracias a sus gestiones ahora sí se
abren las puertas del Mundo.
Obra
nutritiva de la naturaleza, del que seguramente el presidente admira
su interior amarillo “globo pro”, esta producción ha encontrado
al fin quien luche con denuedo por su mercadeo a nivel internacional,
lo cual supondrá la elevación del trabajo gallináceo, lo que no
resulta tan extraño si observamos el tiempo transcurrido bajo la
dominación de este esperpento politiquero que nos gobierna, sin
reacciones acordes con los daños producidos, actitudes muy
semejantes a las de esas sumisas aves de corral.
Clara,
como la clara de los huevos que se intentan vender al exterior, la
realidad está aplastando la acumulación de mentiras, que se pudren
como los huevos al sol. Translúcidas como ese nutritivo y sano
alimento, la verdad está aflorando por efecto de la rotura
insaciable de los susodichos ovoides a los millones de
miserabilizados de alimentos y conciencias, que despiertan lentamente
del letargo mediatizado con mensajes sesgados de zócalos
incoherentes con la vida real.
No
cejará el “huevero” nacional en su prédica vendedora de humos
(y huevos) amarillos. Por supuesto que no dejará de empujar al
grueso de la población hacia el precipicio de la degradación
material y moral. Es parte primordial de su mandato. No de quienes
depositaron sus vergonzosos votos en semejante inculto, sino del
imperio que alimenta la ruina de nuestros países para encolumnarlos
detrás de sus intereses extractores de riquezas ajenas.
Tener
o no tener huevos, es toda una definición popular. No se trata de
poseer el resultado material de la naturaleza avícola, sino de la
diferencia entre valientes y cobardes. Es la divergencia entre los
atrevidos y los pusilánimes. Es la disposición a encarar con osadía
a los pesares impuestos por los perversos que nos gobiernan. Es la
necesidad imperiosa de librarnos del imperio y los traidores
ejecutores locales.
Es
la urgencia que golpea con desnutrición a los indefensos necesitados
de tantos alimentos vedados por el cobarde mayor de este sucio “juego
del hambre”, que solo pudo imponerse con mentiras a una sociedad
que conoció de tiempos de valentías inmensas, que fue capaz de
rebeldías olvidadas hace ya demasiado en el fondo del cajón de los
buenos recuerdos. Es hora de sacarlos de allí, de acabar con el
seguidismo a los gallináceos que pretenden (mal) representarnos,
para renovar el coraje popular y reconstruir la Patria con el
ingrediente insoslayable de la receta libertaria: los huevos.
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