martes, 5 de febrero de 2019

LA HIPOCRESÍA DE LA "DEMOCRACIA"

Imagen de "Desmotivaciones.es"
Por Roberto Marra
El grueso de la población mundial pasa sus días “cultivándose” con las parafernalias mediáticas elaboradas desde los centros hegemónicos de dominación, mediante las cuales intrusan los hogares, las escuelas, los lugares de esparcimiento, de trabajo, de atención a la salud, los gobiernos en todos sus niveles, atravesando las conciencias y amoldando los pensamientos a lo requerido por quienes manejan económica, financiera, jurídica y políticamente el Planeta.
Desde el mismo acto de nacer hasta el final de la vida, todo está inmerso en una cultura prefabricada a medida de los intereses de los amos universales. La creación de “necesidades innecesarias” son moneda corriente. La generación de criterios de pensamientos y modismos de relacionamientos, forman parte de la estructura elemental para el logro de la permanencia y sublimación del estadío de opresión, disimulada con la “sacrosanta” palabra que resume toda la hipocresía del sistema: “democracia”.
 
Esa es la mágica acepción que logrará aplacar cualquier mínima rebeldía de los sometidos, postergará toda discusión sobre verdades trastocadas y demorará (en lo posible, para siempre) la llegada de nuevas formas de construcción de poder y la conversión del Mundo en un sitio digno de ser vivido por todos y cada uno de sus habitantes.
Claro que esa palabra no es utilizada por los “hegemones”, con el significado que originalmente pudiera haber tenido. Se trata, más bien, del uso de ese vocablo como muralla, como límite, como cárcel de las ideas, manera oscurecida de entender su estirpe libertaria, forma embarrada de mostrar la orilla de una vida que se podrá soñar, pero nunca alcanzar. Una especie de utopía negada, antes de emprender el esperable y lógico camino hacia su obtención.
Cada tanto, por efecto de la presión de millones de excluídos del goce de los más mínimos derechos (que se cacarean demasiado y se aplican casi nada), se producen “explosiones” sociales que desestabilizan el sentido del desarrollo opresivo y alienante, se acceden a virtuosos períodos donde la justicia social deja de ser un simple deseo, para convertirse en base de una nueva cultura, que intentará avanzar hacia la conformación de una sociedad renovada, solidaria, derribadora de muros e intransigencias sin sentido, reconstructora de la originaria significación de esa democracia vapuleada y sometida, que fue la pátina que le tapó la cara al diabólico enemigo mientras cumplía su labor desmoralizante y rapaz.
Pero, todos lo saben, construir es mucho más dificultoso que destruir. Demanda no solo más esfuerzos, sino mayores conocimientos. Necesita de mucha más participación y protagonismo de los hasta entonces sometidos. Además, la condición humana juega su papel en estas lides, conformada como es durante las etapas oligárquicas, donde el egoísmo satura las mentes acorraladas por necesidades y le muestra caminos de salvaciones individuales y meritocráticas, desdeñando la cooperación entre iguales, reafirmando desdenes y odios introducidos también por la maquinaria mediática.
Lejos de abandonar el “campo de batalla”, el Poder cachetea a la población cada minuto con la palabra “democracia”. Sus pantallas y micrófonos se saturan del monocorde discurso defensor de la maléfica adaptación a sus conveniencias de ese sistema de gobierno, frente a lo cual, los gobernantes populares no suelen atinar a otra cosa que aceptar esas reglas, con el falso optimismo de sostener el apoyo de la ciudadanía a costa de no avanzar más allá de lo que propongan esas formalidades pseudo-democráticas inventadas por el enemigo.
El Poder y sus mentideros televisivos sabrán conducir las conciencias hacia el derrotismo y la desidia. Cuentan, además, con la eficaz colaboración del imprescindible supra-poder judicial, que jamás estuvo en otras manos que de las oligarquías creadoras de Naciones sin Patrias. Y atravesando las mentalidades populares con prejuicios incoherentes con sus urgencias reales, harán posible el regreso al infierno del cual apenas pudieron asomar sus narices para oler una libertad que le volverán a quitar... “democráticamente”.

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