El
grueso de la población mundial pasa sus días “cultivándose”
con las parafernalias mediáticas elaboradas desde los centros
hegemónicos de dominación, mediante las cuales intrusan los
hogares, las escuelas, los lugares de esparcimiento, de trabajo, de
atención a la salud, los gobiernos en todos sus niveles, atravesando
las conciencias y amoldando los pensamientos a lo requerido por
quienes manejan económica, financiera, jurídica y políticamente el
Planeta.
Desde
el mismo acto de nacer hasta el final de la vida, todo está inmerso
en una cultura prefabricada a medida de los intereses de los amos
universales. La creación de “necesidades innecesarias” son
moneda corriente. La generación de criterios de pensamientos y
modismos de relacionamientos, forman parte de la estructura elemental
para el logro de la permanencia y sublimación del estadío de
opresión, disimulada con la “sacrosanta” palabra que resume toda
la hipocresía del sistema: “democracia”.
Esa
es la mágica acepción que logrará aplacar cualquier mínima
rebeldía de los sometidos, postergará toda discusión sobre
verdades trastocadas y demorará (en lo posible, para siempre) la
llegada de nuevas formas de construcción de poder y la conversión
del Mundo en un sitio digno de ser vivido por todos y cada uno de sus
habitantes.
Claro
que esa palabra no es utilizada por los “hegemones”, con el
significado que originalmente pudiera haber tenido. Se trata, más
bien, del uso de ese vocablo como muralla, como límite, como cárcel
de las ideas, manera oscurecida de entender su estirpe libertaria,
forma embarrada de mostrar la orilla de una vida que se podrá soñar,
pero nunca alcanzar. Una especie de utopía negada, antes de
emprender el esperable y lógico camino hacia su obtención.
Cada
tanto, por efecto de la presión de millones de excluídos del goce
de los más mínimos derechos (que se cacarean demasiado y se aplican
casi nada), se producen “explosiones” sociales que desestabilizan
el sentido del desarrollo opresivo y alienante, se acceden a
virtuosos períodos donde la justicia social deja de ser un simple
deseo, para convertirse en base de una nueva cultura, que intentará
avanzar hacia la conformación de una sociedad renovada, solidaria,
derribadora de muros e intransigencias sin sentido, reconstructora de
la originaria significación de esa democracia vapuleada y sometida,
que fue la pátina que le tapó la cara al diabólico enemigo
mientras cumplía su labor desmoralizante y rapaz.
Pero,
todos lo saben, construir es mucho más dificultoso que destruir.
Demanda no solo más esfuerzos, sino mayores conocimientos. Necesita
de mucha más participación y protagonismo de los hasta entonces
sometidos. Además, la condición humana juega su papel en estas
lides, conformada como es durante las etapas oligárquicas, donde el
egoísmo satura las mentes acorraladas por necesidades y le muestra
caminos de salvaciones individuales y meritocráticas, desdeñando la
cooperación entre iguales, reafirmando desdenes y odios introducidos
también por la maquinaria mediática.
Lejos
de abandonar el “campo de batalla”, el Poder cachetea a la
población cada minuto con la palabra “democracia”. Sus pantallas
y micrófonos se saturan del monocorde discurso defensor de la
maléfica adaptación a sus conveniencias de ese sistema de gobierno,
frente a lo cual, los gobernantes populares no suelen atinar a otra
cosa que aceptar esas reglas, con el falso optimismo de sostener el
apoyo de la ciudadanía a costa de no avanzar más allá de lo que
propongan esas formalidades pseudo-democráticas inventadas por el
enemigo.
El
Poder y sus mentideros televisivos sabrán conducir las conciencias
hacia el derrotismo y la desidia. Cuentan, además, con la eficaz
colaboración del imprescindible supra-poder judicial, que jamás
estuvo en otras manos que de las oligarquías creadoras de Naciones
sin Patrias. Y atravesando las mentalidades populares con prejuicios
incoherentes con sus urgencias reales, harán posible el regreso al
infierno del cual apenas pudieron asomar sus narices para oler una
libertad que le volverán a quitar... “democráticamente”.
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