lunes, 4 de febrero de 2019

LA GULA

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Por Roberto Marra
Una de las características propia de estos tiempos de desigualdades extremas, es la glotonería de los “ganadores” del “modelo” económico-social imperante. Voracidad que no se da solo en el plano del deseo de lo comestible, sino que abarca también otras actividades de esos individuos que, con el desparpajo que les otorga el poder de las decisiones en sus manos, actúan como un gigantesco pácman, devorando cuanto se les ponga en sus caminos de ambiciones ilimitadas.
Al costado de esas rutas transitadas por esos perversos voraces, se amontonan millones de mirones del festín pantagruélico devorador de platos inalcanzables, de comilonas imposibles, de tragonerías repugnantes, generalmente transmitidas en vivo y en directo por las pantallas reproductoras del sistema que, como sus dueños, todo se lo traga.
Tal vez por la desesperación de llegar a probar algunas de las necesidades básicas negadas, muchos de los espectadores de la fiesta del Poder se convierten en aduladores y siervos de sus deseos, pasando a integrar el “selecto” grupo de recibidores de migajas otorgadas para contar con el imprescindible ejército de idiotas que apañen sus mendacidades y avideces infinitas.
Se convertirán, con el simple pago de espúrios salarios descontados de las vidas de millones de perdedores, en defensores de los apetitos oligárquicos, accediendo a la recolección de las sobras que van dejando en su camino los fabricantes de tantas ruindades sociales y semejante destrucción de los sueños que supieron sobrevolar los tiempos de bonanzas generalizadas y equidades justicieras.
Arrastrándose entre las espinas del desamparo y el olvido, transitan por las “colectoras” de esa autopista del placer concentrado en tan pocos, quienes aspiran a muy poco más que sobrevivir, obligados a pagar un peaje muy caro en una ruta que los conduce al repetido precipicio de la anorexia provocada, a la desesperación de no encontrar algún sendero que los desvíe de semejante oprobio cotidiano.
Mientras los golosos tragones de futuros ajenos continúan transmitiendo mensajes de irrealidades de comilonas que nunca llegan, mientras los traidores y adulones acarician los manjares de las mesas que miran desde abajo del mantel, los millones de desarrapados deberán comprender, a fuerza del hambre que los devora, que es hora de subirse al colectivo que los lleve de nuevo al punto de partida de las esperanzas robadas.
Es tiempo, aunque esté “prohibido”, de dar vuelta en “u”, de acelerar en contramano, de no frenar ante ninguna piedra puesta por los glotones oligarcas en el camino de la reconstrucción de esta Patria avasallada por su gula incontrolable. Y de elegir, con la mente despejada de mentiras y migajas miserables, a quien sepa conducir este vehículo multitudinario que nos haga, por fin, volver al futuro.

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