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Por
Roberto Marra
Si
María Elena Walsh viviese, tendría cada vez más letra para su
famosa canción “El reino del revés”. Día tras día se superan
los actores principales del dramático escenario mundial, y también
del local. Empeñados en demostrar sus bestiales condiciones,
compiten para ver cual maldad resulta peor incentivo para la
degradación humana, se ensañan con los empobrecidos habitantes del
Planeta y de cada uno de sus países, avanzan en la disminución de
los derechos que alguna vez se soñaron universales y, lo más
perverso, logran que las propias víctimas ejerzan el repugnante rol
de hacer el trabajo sucio que aquellos imaginan para construir su
idealizado mundo de riquezas ilimitadas.
Todos
esos traicioneros virreyes resultan ser “gatos que no hacen miau y
dicen yes porque estudian mucho inglés”, al decir de la canción
de la poetisa en cuestión. Marionetas por decisión propia, se
autosatisfacen con la enajenación de cada una de las naciones de
Nuestra América que cae bajo las garras del imperio. Para lograrlo,
cuentan con el respaldo de tener “un ladrón de vigilante y otro de
juez”, y con falsos economistas que nos cuentan “que dos y dos,
son tres”.
Cuando
los pueblos se atreven a generar sus propios gobiernos, cuando la
libertad deja de ser solo una palabra manoseada por los falsos
profetas del odio antipopular, cuando la soberanía pasa a
comprenderse por las mayorías como el elemento básico para el
desarrollo y la justicia social, entonces la locura se desata desde
el mandamás de turno de la Casa Blanca. Aparecerán ahora las
amenazas directas, los bloqueos económicos, la demostración de
fuerza militar, el robo de los fondos depositados
(incomprensiblemente) en sus bancos y otras “bellas”
manifestaciones similares.
Contarán
con la previa colaboración, inestimable, de los cipayos locales, a
cuyo frente siempre se encuentran los medios de comunicación. Brutos
varios con verborragia delirante, harán las veces de comunicadores
de la verdad imperial, sagrada y terminante, que se repetirá con la
regularidad que exige la cooptación de las conciencias debilitadas
durante años de acumulación de mentiras. Engreídos personajes de
malas prosas serán los escribas del Poder, infantería mediática
imprescindible para doblar la voluntad de los más débiles.
Superficiales conductores de ignorancias acumuladas, sumados a
algunos artistuelos apátridas, serán protagonistas de ridículas
puestas en escena de aberraciones convertidas en subyugantes relatos
de fantasías “democráticas”, en realidad, tramposas maneras de
retornar a la dominación de la que con tanto esfuerzo se había
podido desprender.
Allí
están ahora, en la frontera entre Colombia y Venezuela, convertida
en caldero cuyo fuego atiza el imperio y sus lacayos. Monstruos
disfrazados de corderos ofician de salvadores de la “libertad”.
Armas y tropas camufladas de “ayuda humanitaria” se introducen
con el beneplácito de los “gobiernos amigos” que rodean la
Patria de Bolívar. Discursos delirantes de un payaso de jopo
despeinado merecen el aplauso y los grititos de placer de los
asqueantes vividores de Miami.
El
olor a muerte comienza a sentirse, nuevamente, en nuestro Continente.
Las oligarquías se resfriegan las manos al ver la proximidad de
renovar sus sueños del privilegio intocable. Los miserables
traidores elucubran sus propias ilusiones de pequeños poderes,
mientras los desclasados solo observan, creídos de una lejanía
mentirosa, asustados del Pueblo al que no quieren pertenecer,
esperanzados en ser parte de quienes jamás les dejarán arrimarse.
Solo
nos queda la fe en esa maravillosa utopía trazada por Chávez, en
ese Pueblo grandioso enrojecido de banderas y gritos de Patria
Grande, en esas calles repletas de nobles ilusiones de hombres y
mujeres de pasiones sinceras, capaces de enfrentar tantas amenazas
con la fuerza de la razón histórica y el empuje de millones de
soñadores de otros lares, con la certeza de tener el tiempo
cabalgando a nuestro lado, gritando la verdad que nos quitaron,
amaneciendo la eterna esperanza libertaria.
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