Imagen de "Nosotros.cl" |
Por
Roberto Marra
La
palabra “convicción” suena a acto de fe, a principios firmes, a
certidumbres inalterables. Define la voluntad clara de un individuo
de proceder de determinada manera, sin desvios en sus acciones
basadas en ideales claros. Las personas que sostienen sus principios,
que los defienden ante cualquier circunstancia o contradicción, son
siempre más valoradas que las que no lo hacen, que aquellas en las
que se ponen de manifiesto dudas e inseguridades derivadas de
actitudes especulativas permanentes.
Sin
embargo, por extraño que pueda parecer, la ciudadanía suele
inclinar sus preferencias por individuos que son manifiestamente
enemigos de la lealtad a los ideales o doctrinas que dicen defender.
Especuladores por excelencia, saben encontrar el punto débil en las
conciencias de los electores, estudian mucho más las subjetividades
de la población a la cual dirigen sus mensajes que las necesidades
que padecen, sabedores de las reacciones que existen frente a temas
que los medios se encargan de poner en el candelero de “lo
importante”.
Los
“caballitos de batalla” mediáticos elegidos por estos dudosos
personajes, terminan por concretar adhesiones mayoritarias, mientras
los leales a sus principios son gruesamente denostados por quienes
son los sujetos finales de sus mensajes honestos, tirados a la basura
del olvido o el rencor sin sentido real alguno.
Los
hay en los distintos partidos, estos ejemplares de la traición
permanente. Se las arreglan para permanecer en las estructuras
políticas gracias a su predicamento en ciertos sectores temerosos de
que arrastren electores para otros rincones de la vida política.
Corrompen, de esa manera y de forma permanente, las estructuras
partidarias, impidiendo la clarificación del espacio y la
autenticidad final de lo que se proponga.
Cómplices
indudables del Poder, por acción o por omisión, se transforman en
la piedra que impide el paso de la clara doctrina que sustente al
partido en cuestión. Compañía innecesaria pero pertinaz, empujan
hacia el lado contrario de lo que ordene la ideología original del
movimiento en el que se encuentren. Buscadores de cobijos económicos
y resguardos a sus perfidias, habrán de alterar el curso virtuoso
que los honestos pretendan ejercer con sus actos transparentes,
ensuciando los procesos de tal manera, que provocarán el rechazo de
muchos ciudadanos por sus deliberadas e insidiosas actitudes.
Puede
que haya llegado la hora de actuar de forma diferente, siempre desde
la honestidad y las convicciones, pero estudiando con detenimiento a
la sociedad atravesada por tantas miserias comunicacionales, por
tanta perversión empobrecedora de los espíritus. Será necesario
convertir los ideales en semillas de ilusiones llamativas, con luces
mucho más fuertes que las de los traidores, con promesas de
realidades basadas en principios inalterados, pero adornadas con el
arte de las palabras transformadas en confianza absoluta. Y en fé.
Una fé tan valiente, que sea capaz de mover la montaña de mentiras
programadas. Y también a sus autores, los cómplices provocadores
del atraso de la historia y del triunfo popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario