viernes, 15 de febrero de 2019

EL MÉTODO ANTISOCIAL

Por Roberto Marra
La población suele pasar horas observando decenas de “opinadores” que analizan, retuercen y reproducen discursos sobre un mismo tema que, por varios días, continuará siendo el caballito de batalla del rating televisivo, instalando un sentido unívoco sobre lo que menos importa, haciendo trascendente lo que no significa más que un mero acto distractivo de la realidad, una simple manifestación de un aparato comunicacional que reprime la conciencia y alimenta la ignorancia.
Peor que esa alienante condición del método del aturdimiento informativo, es la generación de sentidos comunes que se asienta en las empobrecidas mentalidades de los observadores pasivos de tales aberraciones periodísticas. Esto hace mella en la condición humana de los receptores, incubando sentimientos negativos, reproductores de ideas hostiles hacia quienes no acompañan sus adhesiones espontáneas a los titiriteros que conducen sus pensamientos.
Una sucesión de métodos interrelacionados van dando rienda suelta a manifestaciones y acciones profundamente antisociales, opuestas a los viejos paradigmas morales que, sin vergüenza alguna, dicen sostener los voceros de estos aberrantes sistemas degradatorios de las relaciones humanas.
Producto de estos tiempos de mentiras instaladas por los mentirosos gobernantes como certezas absolutas, como “el único camino”, como “esto o nada”, se están viendo en la población reacciones que profundizan las divisiones, acentúan las segregaciones, disuelven cualquier atisbo de unidades de las víctimas de los huracanes financieros y económicos que se suceden día tras día, con el debiera ser el noble objetivo de terminar con esa andanada de desgracias populares.
Aparece la burla, como método descalificador del oponente ideológico. Se genera la descalificación del contrario, como método de desmoralización, la cual se convierte, a su vez, en método de anulación de la voluntad, y ésta, en método de dominación del que comenzara siendo solo un diferente, un simple adversario de ideas, un sencillo compatriota con opiniones diversas al “burlón” del inicio metodológico.
Con esos modestos pasos elaborados concienzudamente por los jerarcas de las comunicaciones del Poder, ya se tiene a una sociedad lo suficientemente dividida y hostil entre sí, como para su discrecional manejo, convirtiendo a toda una Nación en escenario de ilimitados atropellos a la razón, lista para ser conducida hacia su autodestrucción, preparada para recibir con “alegría” a sus enemigos reales.
Más extraño todavía resulta ver a las personas con conocimientos sobre la historia y sus enseñanzas, con mayor preparación intelectual, transitar los mismos caminos de la burla, la descalificación, la desmoralización y los intentos de anulación de la voluntad de sus aparentes contrincantes.
Tal vez se trate, para ellos, de la necesidad de encontrar un enemigo más débil que el verdadero, ese que no distingue entre los sometidos de cualquier orígen ideológico, ese que se muestra como contumaz destructor de todo sentido de justicia, y mucho más de la social. O puede que sus capacidades intectuales solo les alcancen para elaborar teorías sin prácticas posibles. También se podría colegir que la acumulación de datos históricos no son directamente proporcionales a la comprensión de la realidad.
Sea como fuere, la maquinaria comunicacional del verdadero enemigo del Pueblo continua su marcha a paso redoblado, intuyendo que el engaño no puede durar para siempre, instalando por anticipado disputas estériles entre adversarios inventados, sacados de la galera de la magia mediática para entorpecer la unidad de los parecidos y retrasar el reloj del imperioso retorno de la realidad.
Una realidad que puede lastimar por sus demandas, pero ennoblece el camino de la búsqueda del horizonte abandonado detrás de tanta falsedad ideológica. Un camino que requiere de esfuerzos y atrevimientos que solo serán posibles con la muerte de los oscuros métodos de desprecios inmorales, esa ruta que se recorrió empujados por el tren de la desesperanza disfrazada con globos amarillos, dejando al costado a millones de burlados, descalificados, desmoralizados y dominados, para satisfacción del único enemigo declarado, el creído eterno propietario de la vida y el esfuerzo ajeno, el miserable oligarca cuyo fin llegará por solo por la voluntad unitaria de todos los oprimidos.

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