Por Roberto Marra
Hay como una cierta adoración culposa del sistema en el que sobrevivimos, por parte de algunos de quienes dicen propugnar justicia social, soberanía política e independencia económica. Es como un miedo resignado a no desprenderse del cordón umbilical que nos ata al sistema que genera más injusticia, sometimiento y miseria, y no como producto de errores, sino como lúmen de su razón de ser. Entonces, prefieren acercarse a los poderosos constructores de todo lo que nos somete, antes que buscar saltar por sobre sus mandatos empobrecedores de bolsillos y pensamientos. Miran los vaivenes de “los mercados”, elucubran recetas gastadas de tantos usos y derrotas continuadas, se subsumen en enteléquicas advertencias amenazantes de los adversarios ideológicos y resignan utopías en nombre de estúpidas correlaciones de fuerzas negativas. La cobardía al servicio del atraso de la historia, el miedo como herramienta de construcción de muros que impidan ver otros destinos posibles. El silencio de las verdades relata los sinsentidos, mientras chapaleamos el barro en la jaula de la miseria capitalista.





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