martes, 28 de octubre de 2025

DAR DE NUEVO

Por Roberto Marra

Los fracasos traen, como reacción primaria, tristeza, desazón, depresión. Le seguirán la exaltación de los ánimos en la búsqueda de culpables que alejen las responsabilidades propias. Brotarán luego, como hongos tras las lluvias, los análisis de supuestos especialistas en la materia de la que se trate, empujando la realidad hacia el rincón de sus respectivos intereses. No faltarán los “sesudos investigadores periodísticos” que revolverán en la basura de la historia tergiversada, hasta encontrar algún dato que les permita hundir el cuchillo de la derrota final a algún adversario ideológico que necesiten eliminar de sus caminos de siervos del poder al que respondan.

Mientras tanto, abajo, bien abajo de la pirámide social, donde el barro se asoma entre los dedos de los pies acostumbrados a chapalearlo, donde el dolor del hambre ya ni se combate con comida, sino con polvos blancos que adormecen los sentidos, donde la costumbre de no ser se establece desde temprano, apenas abiertos los ojos al mundo; ahí todo sigue como entonces, como antes de la derrota, como después de la siguiente, como si lo natural fuera ser nadie. La inmoralidad del desprecio vuelta hábito, la pobreza como virtud de los sometidos, la decadencia humana como socia de la miseria de los intrigantes de la politiquería insustancial y del olvido del sentido original de la palabra “política”.

No hay conexión real entre necesidades, propuestas y fundamentos. Sólo pobres argumentaciones de ocasión, versos bonitos sobre futuros sin programas a la vista, buenas intenciones de buenas personas que no se animan a ir más allá. Sólo se mencionan “los no” a lo que se pretende combatir, pero sin “los sí” sobre lo que se desea construir. Revolución es una palabra expulsada del lenguaje cotidiano, asustado por la verba imperial del cotilleo estigmatizante. El sentido originario de la ideología que se dice sustentar, tirado al cesto del miedo a la reacción del poderoso. La versión edulcorada del futuro, contradicho al instante por la falta de correlación con el coraje imprescindible para construirlo.

La masa de defensores de la ideología perdidosa, asustada ante la inminencia de la acción vengativa de los ganadores, busca desesperada las respuestas que alivien sus tormentos de abandonos dirigenciales. Apremian creer en la conducción, para no quedar huérfanos ante el abismo existencial, pero se enfrentan ante incomprensibles reacciones de quien debiera sentir responsabilidades ciertas por la derrota acontecida sin casualidades de por medio.

Los dolores de los que siempre sufren las consecuencias, seguirán allí, abandonados a la suerte del destino que nadie parece poder interrumpir. La verdad seguirá rondando las bocas de los responsables, pero sin llegar a emitirse por completo, resguardando sus espaldas gastadas de tanto estar contra la pared que impide el paso de lo nuevo. Los dueños de todas las riquezas las seguirán acumulando a sus anchas, proyectando al infinito sus ganancias derivadas de las plusvalías del odio a sus sometidos.

Los eventuales “ganadores” de la contienda amañada por la mugrosa mediatización de las incoherencias, aplicarán con el máximo placer perverso las medidas que disuelvan los últimos vestigios de nacionalidad, extendiendo la alfombra roja para el desfile de los próximos dueños de una Patria que ni siquiera se nombra, para no asustar a los supuestos aliados de estúpidas “avenidas del medio”.

Es tiempo de “dar de nuevo”, pero no con las barajas marcadas del enemigo ni de los pusilánimes. Es hora de modificar las formas, pero darles contenidos que aseguren que se buscarán los cimientos de lo que alguna vez se construyera, la herencia nunca vuelta a la luz de quienes nos dejaron argumentos sobrados para eliminar los rastros de la bestialidad que consume a la población inerme. Es época de renovar hasta el último sentido, de comprender al desvalido, de escuchar a los que nunca tienen la palabra, de sentir todos sus padecimientos como propios, de someterse a su necesidades, de alcanzar la altura de sus sufrimientos y destinar la vida a reconstruir las suyas. La razón y el corazón, al servicio de otra búsqueda, distinta y con nuevos actores, programada desde las bases, sometidas al escrutinio de “los nadies” convertidos en “los todo”.

El amasijo de la realidad está en nuestras manos, listo para ponerlo al horno de las decisiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario