Imágen de "Filo News" |
Por
Roberto Marra
“Él
solo, sin que nadie lo notara, se hundió”. Así culmina la obra de
terror redactada por un juez sin escrúpulos para la mentira, sin
honor ni moral, sin otros objetivos que mantener su oscuro cargo,
aceptando las presiones de los fabricantes de esa fábula fría y
maloliente, de este gobierno protector de asesinos por la espalda y
represores sanguinarios, golpeadores de inocentes, socios y cómplices
de los poderosos ladrones de nuestros territorios.
Santiago
vuelve a caer en el río helado, regresa al sitio donde terminó la
persecusión malvada, es hundido otra vez en el lodo de la patraña
uniformada, desaparece de la superficie empujado por las manos de los
escribientes del Poder, repugnantes personajes de egos exacerbados e
hipocresías permanentes, lacrimógenos falsificadores de la
historia, embusteros de pantallas y relatores de fantasías
alimentadas por su desprecio por la vida de los otros.
Santiago
es atacado nuevamente, perseguido hasta la orilla del olvido, se
esconde de los golpes asesinos, traga el agua del frio patagónico,
lo absorbe la oscuridad de la injusticia, lo denigra un pequeño juez
de poca monta, lo alejan de la lógica esperanza de justicia de sus
padres.
Están
felices. Así son estos canallas hacedores de tragedias cotidianas,
fabricantes de dolores permanentes, destructores de familias y
futuros, adversarios de lo honesto y lo sencillo, matadores de
reclamos a balazos y golpes de bastones astillados de tantas cabezas
martilladas. Están contentos, “su” juez ha dado el fallo fallado
que buscaban, han logrado su objetivo miserable de ocultar, aunque
sea solo por el corto tiempo necesario, la verdad que conocen y
respaldan, cómplices imprescindibles de esta absolución sin nombres
ni señales de probanzas.
Otro
desaparecido de esta “democracia” artillada. Otra muerte sin
respuestas honestas ni búsqueda de auténticas certezas. Más y más
delirios emitidos por esa nefasta ministra succionadora de todos los
odios populares. Otra sonrisa del Poder encaramado en sus malolientes
palacios de (in)justicias, tratando de borrar lo evidente con el
trazo grueso de una falacia con rango de veredicto final, frente a
una historia atravesada por inventos denigrantes y “zócalos”
televisivos constructores de inconciencias tan vulgares como el
intelecto escaso de sus promotores.
Santiago
muere de nuevo. O eso pretenden sus asesinos disfrazados de justicia.
Pero no se puede apagar el fuego de su memoria que golpea la puerta
de los honestos, rogando la ayuda que no encontró aquel día
fatídico de la persecusión fatal de los disfrazados de “defensores
de fronteras”, esos cobardes golpeadores de indefensos, mano de
obra siempre dispuesta para el golpe al débil y la sumisión al
poderoso.
Habrá
que iniciar otra vez el camino de la verdad y la conciencia. Formará
parte de la reconstrucción de esta Patria avasallada, que espera,
hace ya demasiado tiempo, que se aprendan las lecciones de la
historia consumada en tantas muertes sin sentido, tanto dolor
encaramado en las miradas frías de los contumaces provocadores de
todas nuestras desgracias, esos oligarcas destructores de los sueños
populares, cómplices indudables de la muerte de Santiago.
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