martes, 20 de noviembre de 2018

LA ENVIADA DEL FUTURO

Imagen de "La Opinión de Rafaela"
Por Roberto Marra
A veces cuando pienso que todo está perdido, voy hacia alguna forma de la muerte”, canta Baglietto en “El témpano”. Entonces aparece ella. Y lo que parecía perdido, ya no lo está. Y la muerte temprana deja de ser una alternativa. Y las palabras toman otras dimensiones, reflejan otras expectativas, semejan puertas hacia esas nuevas-viejas esperanzas que permanecían arrumbadas en los rincones oscurecidos de los corazones de los eternos desarrapados de la historia.
Se entibian nuevamente las gargantas, se enrojecen otra vez las palmas que se regodean golpeándose con el fervor de las nuevas certezas que brotan como pájaros de esa voz que los cautiva. Los oidos atentos, las miradas fijas en las manos que vuelan de esa enviada del futuro, la emoción latente en los ojos yermos de lágrimas gastadas en dolores injustos y pasiones falsas.
Por un momento, se detienen las máquinas del horror mediático, esperando una palabra de odio que les dé pie a sus acostumbradas falacias vengativas. Pero ella está ocupada en una construcción que la desvela, mucho más importante que cualquier pequeña trifulca de tintas indelebles en pasquines sucios por el orígen sangriento de sus poderes.
Se preocupa por lo que importa, le importa lo que nos preocupa, pone blanco sobre negro con irrefutables consignas unitarias, traslada el dolor a una dimensión que le de fin por la acción mancomunada de los dolientes ninguneados. Arma un escenario de utopías renovadas, que no son otras que las abandonadas detrás de corridas bancarias y desvíos ideológicos, búsquedas inútiles de éxitos vanos y resultados repetidamente fallidos.
Congrega a millones de nuevos integrantes a la marcha que propone inexorable hacia el destino que asegura con su frescura inteligente, con irónicos mensajes al Poder, que no le perdona su inmensa decisión y liderazgo. Y conmueve los cimientos de esta estructura desgastada y maloliente de financistas de la miseria programada, elevando la voz de los que nunca tienen nada.
Este hombre trabajó ¿quien escribirá su historia?”, se pregunta Baglietto en aquella canción. Después de escucharla a ella, ya no cabe duda que habrá de escribirla ese mismo trabajador, de la mano de ese prodigio de nuestra historia política que se llama, simplemente, Cristina.

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