Imágen de "Clarín" |
Por
Roberto Marra
Una
síntesis perfecta de la degradación nacional. Un momento que
condensa una época de retrocesos inconcebibles desde la razón. Una
muestra de la sumisión y el desprecio de clase. Un acto de barbarie
cultural. Una acumulación de tilinguerías elevadas al nivel de
estrategias de relaciones internacionales. Otro paso fatal en el
desbarrancamiento del periodismo genuflexo. Una nueva demostración
de los falsos oropeles con que el Poder adorna sus obscenidades
sociales. Y de nuevo las rodillas gastadas de los funcionarios ante
los dueños de un Mundo convertido en una jaula de miserables
transhumantes sin destino.
El
lacrimoso presidente de la decadencia, “emocionado” ante la obra
consumada para la finalidad servilista de su virreynato, no ahorró
elogios hacia sus visitantes, que poco y nada dijeron ni prometieron
para corresponderle. Pero lo que realmente le importaba, como muestra
de su condición de mediocre subdesarrollado, era mostrarse como
parte de la troupe del circo planetario, como integrante de un
colectivo al que jamás lo dejarán subir del todo, pasajero incómodo
del estribo de la puerta de atrás, listo para ser eyectado cuando
las circunstancias lo requieran.
Entre
las oprobiosas inmoralidades mostradas a lo largo de estos días,
estuvo la degradación del papel de las mujeres de los funcionarios
visitantes, cuya participación se limitó a un muestrario de
vanidades decoradas con costosas vestimentas, fantasías de falsas
princesas encabezadas por la tilinga mayor, la esposa del presidente
local, notoria defraudadora del fisco y sometedora de niños a la
esclavitud en sus talleres clandestinos, fuente de su riqueza
manchada con la muerte nunca aclarada de niños incendiados.
Fue
una visita colectiva a un lugar muy pequeño, enjaulados entre vallas
que los alejaban de lo único importante de una Nación: su Pueblo.
Sin contacto directo de ningún tipo con la sociedad que pagó sus
estadías, sin mirar a uno solo de los problemas reales que sufrimos
también por sus responsabilidades, fueron de un edifico lujoso a
otro, de recepción en recepción, ocupando espacios construídos
para otros fines y otros ocupantes, ahora alejados con tanques y
armamentos que asegurasen la “tranquilidad” de los energúmenos
que, en general, forman parte de este circo sin alegrías.
Y el
periodismo, como demostración de la oscuridad informativa en la que
nos encontramos, no podía fallar en su asqueante condición de
mentirosos seriales, transmisores de la nada misma, voceros
unificados de los poderosos y sus inmoralidades y perversiones.
Tilingas y tilingos desparramando saberes sobre moda, descriptores de
ropas y joyas de las fastuosidades berretas de las inútiles “mujeres
presidenciales” arrastradas hasta este confín del Planeta. Falsos
analistas de realidades que no conocen, intentando explicar la
cuadratura de un círculo que no comprenden y al que nunca acceden de
verdad.
La
sumatoria de tres días da cero. Esta nueva fórmula de la matemática
tergiversada por el imperio y sus secuaces, nos deja como antes de
sus llegadas, o peor. Los “atilas” modernos arrasan y se van,
aplastan y se levantan, sin sentir más que cosquillas de los ruegos
emitidos por el mayor de sus lacayos, al que solo le respondieron con
sonrisas de papel pintado y convenios donde nada se asegura, salvo la
continuidad de sus prerrogativas.
Lejos,
muy lejos de todas estas malversaciones programadas, el Pueblo
empobrecido tiene ante sí un solo camino: atravesar los muros de
tantas indignidades, para construir otra sociedad, libre para siempre
de las ataduras de estos nefastos actores de las pesadillas
mundiales. Y, sobre todo, del peor y más cercano, del mayor
recaudador del imperio, del obsecuente contador del Fondo miserable,
el lacrimoso traidor de la Patria derrumbada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario