Imagen de "El Estímulo" |
Por
Roberto Marra
Existen
distintos tipos de venenos. También se diferencian por las formas de
sus inoculaciones. Además, no todas esas ponzoñas actúan de la
misma manera y en los mismos lapsos de tiempo. Esto lo saben los
envenenadores, y actúan en consecuencia, intoxicando a sus víctimas
con el método que les resulte de mayor provecho para sus perversos y
mortales fines. Por otra parte, es ya del conocimiento masivo que no
solo existen venenos que afecten físicamente a las personas. También
están aquellos que intoxican las psiquis, que transforman las
conductas de los envenenados, convirtiéndolos en seres degradados en
sus condiciones humanas, marionetas de fácil manejo para los
corruptores de sus conciencias.
Tan
potente resultan sus venenos, gracias a la circulación por el
torrente informativo pertinaz y machacante, que no permite elaborar
una noticia, cuando otra ya está provocando un nuevo salto
cualitativo en la profundización de la imbecilidad colectiva. Sin
tiempo más que para alcanzar la subsistencia diaria, los envenenados
no perciben los engaños que los arrastran al pozo de la
estupidización absoluta, la tumba de sus básicos valores morales.
El
caso del submarino hundido en 2017 y “encontrado” exactamente a
un año del suceso, se convierte en paradigmática muestra de estas
aberrantes inoculaciones de venenos informativos. La destrucción de
la verdad no se limita al ocultamiento del previo conocimiento de la
fatídica muerte de sus tripulantes. También intentan aprovechar el
hecho, cayendo en la asquerosa sobre-actuación de dolores que no
pueden sentir jamás por sus condiciones perversas, mientras se
apuran a despedir al buque que lo descubrió para posponer la
investigación sobre lo que haya dado orígen a la tragedia.
Pero
la ponzoña ya está en la sociedad. De tal magnitud es su
afectación, que algunos de los propios familiares de las víctimas
elaboran su duelo tratando de encontrar culpables en aquellos que les
señalan los medios cómplices, todos integrantes (casualidad
mediante) del gobierno anterior al presente. Así se aseguran, con
liviandad y sin investigación alguna, hechos que nunca sucedieron y
órdenes que jamás se dieron.
Con
la premura que indica el manual de la mendacidad, se habla de
reparaciones que no se hicieron y cuidados que no se tuvieron, cuando
existen evidencias irrefutables de la falacia que ello implica,
pruebas que incluyen documentos visuales y participación de decenas
de trabajadores del astillero que realizara la rehabilitación del
submarino en cuestión.
Nada
importará de esas probanzas, porque la verdad es solo una
elaboración hecha a medida de las necesidades del Poder. Nada será
aceptado como certeza sino los dichos de esos personajes sin ética,
que manejan las informaciones y las transmiten con la imprescindible
liviandad que oculte lo que moleste a sus mandantes.
No
se detienen ante ninguna previsión de daños más que seguros. No
escuchan ni ven más que sus intereses y las de sus socios
internacionales, verdaderos jefes de los envenenamientos sociales. No
retroceden nunca frente a la verdad de los hechos, negando el sol y
la luna, el agua y el aire, si les es necesario.
El
sospechoso hundimiento del submarino, en cercanías de la más
importante base militar del Atlántico sur, con buques del desteñido
ex-imperio británico en vigilancia permanente, no le significa nada
al (des)gobierno argentino actual. Y no puede ser de otra manera, por
su pertenencia ideológica y su condición vendepatria. Peor todavía,
elaboran otras pócimas para inocularnos odios y sentidos que no son
propios de nuestra condición histórica. Bombas “de peluche”,
terroristas de película clase B, armas centenarias encontradas en
“operativos” de ridículas dimensiones, tratan de disimular la
brutalidad del ajuste social que realizan sin el menor pudor.
Estamos
hundidos, tal como los asesinados marinos del ARA San Juan. Con
misiles de pobreza, con torpedos de hambre, con bombas de
profundización de nuestras miserias, a merced de los paranoicos
fabricantes de mentiras que desarman los derechos y postergan por
décadas el desarrollo nacional. Ante semejante sinrazón, no nos
queda otra alternativa que la búsqueda urgente del antídoto a
semejantes venenos inmorales, que no podrá encontrarse sino con la
unidad de los que aún mantenemos viva la esperanza de construir una
Patria justa. Y encontrar, por fin, la verdad que nos libere para
siempre de los oscuros fabricantes de las muertes cotidianas.
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