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Por
Roberto Marra
La
palabra “depredador” viene del latín y puede traducirse como
“saqueador”. El verbo depredar,
se vincula a robar y saquear con violencia.
Para la ecología,
la depredación es una interacción
biológica
en la que el depredador caza a una presa
para subsistir, contribuyendo al equilibrio del ecosistema,
controlando el número de individuos de las especies. “Depredador”
es, también, el nombre de una criatura del género de ciencia
ficción en el cine. Su característica es la de atrapar personas
como trofeos, lo que logra más facilmente gracias a su gran
capacidad de camuflaje.
Somos
fáciles trofeos para sus andanzas saqueadoras, camuflados con los
mismos trajes cada vez que aparecen, a pesar de lo cual muchas de las
víctimas no logran distinguirlos como lo que son, gracias a sus
principales aliados, los medios de comunicación. Ellos son los
periodistas-guardianes, que actúan como guantes que esconden las
garras de estos depredadores, que solo mostrarán cuando sea ya
demasiado tarde.
Como
todo depredador, tiene a su vez otro depredador que los controla.
Organizados como una casta dominante mundial, estos
“supra-depredadores” planetarios se denominan Fondo Monetario,
especie muy conocida por las consecuencias de sus ataques despiadados
en todas las regiones del Mundo, donde nada queda tras el paso de sus
“soluciones finales” financieras.
Existe
también un número importante de seres ambivalentes, que se
pretenden depredadores, pero no lo son tanto, que son cazados pero no
demasiado. La especie en cuestión cree formar parte de aquella raza
saqueadora, solo por obtener algunas migajas que les sobran a los
auténticos cazadores de humanos empobrecidos. Con extraño placer
morboso, ayudan en las cacerías que realizan sus admirados
superiores, para terminar, cuando las víctimas se acaban, siendo el
bocado final de sus falsos aliados.
Los
supervivientes de semejantes bestias, solo tratan de escapar
temporalmente de la furia mortal desatada por esa especie maléfica.
Escondidos entre los escombros de una sociedad profundamente
malherida, subsisten a costa de sufrimientos de los que no alcanzan a
descifrar sus orígenes. El miedo los convierte en presas más
fáciles aún, porque los depredadores “huelen” esa condición en
las que serán sus próximas víctimas.
Pero
la historia biológica del Planeta nos permite vislumbrar otros
destinos. Miles de especies han desaparecido a lo largo de su
desarrollo. Centenares de ellas lo han hecho por la aparición de
organismos casi invisibles, bacterias que, reunidas en millones,
lograron acabar con los depredadores más peligrosos.
Seremos
millones, también, los necesarios para terminar con esa especie
mortal que nos viene alejando de nuestros pequeños sueños de vidas
honestas, de las lógicas ansias de libertades y soberanías. Será
un Pueblo organizado y obcecado en sus decisiones, el que logrará
arrastrar a esos oscuros seres fuera de nuestro mundo, terminando con
el engaño y la dominación, emergiendo como los sobrevivientes
finales de una historia que, inexorablemente, habrá de culminar en
la sencilla felicidad de la justicia social.
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