Imagen de "Radio Cadena Nacional" |
Por
Roberto Marra
La
lluvia es uno de esos sucesos de naturaleza climática que más
controversias suele generar. Su llegada puede ser considerada
bendición o desgracia, salvación o hundimiento, esto último, a
veces, literalmente. También con la palabra lluvia, la sociedad ha
sido convencida mediante metafóricas referencias a la caída
prodigiosa de lucros y ventajas, con pronósticos “meteorológicos”
que nunca se cumplen pero que logran efectos esperanzadores en
millones de crédulos rápidos en fórmulas mágicas y “meteorólogos”
de insanas teorías económicas.
Mientras
el portador de las palabras más insultantes a la inteligencia
popular continúa en campaña permanente, con extrañas puestas en
escena de visitas “sorpresivas” a “sorprendidos vecinos”, en
la oficina que el FMI ocupa en el Banco Central, se elaboran los
detalles del desfalco programado, pronosticando otro tipo de lluvias
y tormentas con seguros daños irreparables para los atribulados
espectadores de esta comedia dramática, a la que ya muchos desean
bajarle el telón.
Más
y más lluvias de dolores y desgracias fabrican cada día, como mal
remedo de aquel sabio ingeniero Baigorri y su máquina para hacer
llover. Pero lejos de la búsqueda de beneficios a la producción,
como la de ese buen hombre, estos manipuladores de cerebros y
circunstancias solo saben generar riquezas inmensas para
especuladores y corporaciones financieras, socios inconmovibles de
cuanto gobierno antinacional haya existido.
Enfrente
están, hasta ahora, solo las palabras. Ciertas, convincentes,
honestas las más de ellas, pero todavía inconexas, aún demasiado
egocéntricas, postergando la confluencia inexorable que las mayorías
necesitan. La unidad se va construyendo muy lenta, con algunos
pretendidos “líderes” que asoman sus pequeñeces para poner el
carro de las candidaturas delante del caballo de las ideas
programáticas.
En
el remanso que genera el centro del huracán en el que estamos
inmersos, muchos se confunden, creyendo ver el final de la
precipitación de males sufridos hasta el momento. O tal vez no sea
confusión, sino profundo odio antipopular, refugio de ignorantes y
cobardes que prefieren sus propias desgracias a “soportar” el
regreso del “populismo” que, mal que les pese, les hizo “llover”
sus venturosos días de opulencia consumista.
Se
pronostican muchas “tormentas” para el final de este oscuro
(des)gobierno. Se anuncias lluvias de palos y balas para quienes se
atrevan a pronunciarse contra su “modelo meteorológico”. Se
asegura que llegarán más beneficios... pero solo para los
bicicleteros financistas.
Todo
indica que el Pueblo debe abrir con urgencia sus paraguas, debe
cobijarse con premura bajo un mismo alero y encontrar temprano el
puente que le permita transitar sobre la horrenda inundación de
hambre y miseria. Sabiendo exactamente que al final, del otro lado de
ese río de aguas turbulentas, estará obligado a terminar la obra
inconclusa de las generaciones de tantos argentinos que mojaron
nuestro suelo con la sana esperanza de una Patria soberana.
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