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Por
Roberto Marra
Empujado
por la realidad, el gobierno nacional convocó a los capitostes de la
CGT para ofrecerles un “bono” para fin de año. Allí fueron los
acostumbrados componedores de conflictos de intereses con el Poder,
para terminar aceptando la dádiva de una promesa que, encima de
males, nadie sabe con certeza si los trabajadores cobrarán.
Escenógrafos por naturaleza, prepararon la puesta con la
imprescindible profusión mediática falaz, de manera de convertir
todo en una bola de dudas irresueltas destinadas a distraer a los
desprevenidos y posponer estallidos de lógicas luchas gremiales.
Otros
bonos, los financieros, sí que están otorgando beneficios
inimaginables en cualquier País del Mundo. Sí que están seguros
sus poseedores de las ganancias exorbitantes que les permitirán huir
a sus guaridas fiscales en poco tiempo, dejando el tendal de pobrezas
sobre nuestro suelo avasallado. Esos bonos no tienen discusión
alguna, no se duda sobre sus fáciles obtenciones y sus rápidos
rendimientos para los afortunados ladrones tratados como
“inversionistas”, simples capitales “golondrinas” que
retornan veloces a sus orígenes fraudulentos, convertidos en
“blancos” monumentos al lavado.
La
avaricia expresada en su máxima dimensión, produciendo tanto daño
como pueda, quedándose con el producto del trabajo de millones de
ninguneados, arrancando los frutos de una tierra inmolada para el
rápido beneficio de un puñado de pseudo-empresarios, viles
manoteadores de billeteras ajenas de cuellos duros y caras de piedra.
Con
payasescos personajes de ciencia ficción política rondando los
pasillos de la Rosada, han logrado lo que nunca, con el simple
ejercicio de inventar historietas de robos de PBI, contenedores
enterrados y cajas fuertes escondidas en dobles muros... de ladrillos
de 15. “Cómics” donde los superhéroes ni son superiores, ni
mucho menos héroes. Cuentos para tontos, convertidos en relatos
“serios” por los impostados voceros del mal, siempre dispuestos a
vender sus pobres almas al diablo que les llene de dólares sus
cuentas bancarias.
Nada
mejor, para cubrir sus andanzas y maniobras, que contar con jueces y
fiscales adictos a la misma “droga” verde que los periodistuchos
de ocasión. Por allí van entonces los opositores, desfilando por
tribunales tan oscuros como sus paredes sucias, tan deshonestos como
sus supremos, tan falsos como sus discursos, vacíos de probanzas y
repletos de indignidad. Destinos seguros, si los hay, los antiguos
funcionarios sin condenas, las sufrirán igual, apaleados por una
sociedad obsecuente con los poderosos y renegados de sus propios
orígenes y pertenencias.
Se
hace imprescindible, entonces, retomar la comparación entre ese
dadivoso bono de la miseria, esa insignificante y repugnante
manifestación de la pobreza, con los inmensos volúmenes de riquezas
transferidas al exterior por los especuladores de los otros bonos,
los financieros. Y será vital para la construcción de una sociedad
equitativa, que los traficantes del centenario sudor argentino paguen
sus culpas, devuelvan sus riquezas mal habidas y acaben en la cárcel
de la memoria consciente de un Pueblo que retome, por fin, las
riendas de la Nación que le fue robada.
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