En
el libro del Apocalipsis, del Nuevo Testamento, un ángel, de nombre
Abadón, es descripto como el rey de un ejército de langostas. “El
aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la
guerra; ...sus caras eran como caras humanas, tenían cabello como
cabello de mujer y sus dientes eran como de leones; tenían corazas
como corazas de hierro; ...tenían colas como de escorpiones, y
también aguijones, y en sus colas tenían poder para dañar a los
hombres...” (Apocalipsis 9:7-11). En
la Torá, por su lado, se lo menciona como el "lugar
de la destrucción".
No
consumen solo lo material. También degluten las almas de las
víctimas de sus “vuelos de la muerte” cotidianos. Clavan sus
aguijones envenenados con el odio oligarca, seducen a los
desprevenidos con cantos de... langostas, rompen las paredes de la
moral y atraviesan los sentidos de la dignidad hasta barrer con la
resistencia de los angustiados habitantes de la sinrazón
“neoliberal”.
Hay
un “Abadón” nacional, pero también otros símiles personajes de
congruentes vilezas y perfidias en cada puesto de vanguardia de este
ejército demoledor de derechos. Tal como la gobernadora Vidal, el
“ángel exterminador” bonaerense, abyecta jerarca de la avanzada
asesina de convicciones en justicias sociales que han pasado a mejor
vida, con el abandono de los más débiles y la proyección de un
futuro plagado de miserias programadas por el emperador de las
langostas mundiales, el FMI.
Hundiendo
su veneno en lo profundo de las conciencias de los sometidos, han
generado un auténtico y lento genocidio, ayudados por sus
infanterías mediáticas, el frente de un ejército de maldades
insolentes y perversas, capaces de doblegar las voluntades de quienes
eran, hasta no hace mucho, sus propios enemigos. O, al menos,
parecían serlo.
Son
como escorpiones, sí, pero mucho peores que aquellos animales que
actúan por el instinto natural de sobrevivencia. Piensan, elucubran
y ejecutan planes mortales para millones de desamparados, negando
hasta el pan y la leche a los inocentes que recién comienzan a
transitar la vida, que ya intuyen terrible. Devoran las miserias de
los miserables, ahuyentan los pequeños vestigios de esperanzas que
los sostienen, condenan sin otras pruebas que sus necesidades
opresoras a los opositores.
Nada
parece poder detener la sangría de esta plaga. Nada logra, hasta
ahora, frenar semejante vaciamiento económico y financiero, tamaña
destrucción productiva y social, tan triste desaparición del
pensamiento crítico y la cultura nacional. Hará falta un verdadero
ejército de valientes esclarecidos que comande la imprescindible
rebelión ante esta invasión del imperio del mal. Hará falta un
Pueblo convencido de sus propias fuerzas y capacidades constructoras
de su destino.
Y
será inexorable, para derrotarlos, enfrentar con la espada de la
verdad y el escudo de la unidad a esta “manga” de ladrones
confesos, de ejecutivos de la malversación y el horror del abandono,
culminando con el gobierno de estos “Abadones” argentinos,
diabólicos exterminadores de los sueños que, ya debieran saberlo,
regresarán para devorarlos a ellos. Esta vez, para siempre.
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