Imagen de "El Furgón" |
Por
Roberto Marra
Las
torturas más crueles siempre son las más prolongadas. Son las que
producen pequeños daños que se acumulan sobre el torturado,
haciendo su vida cada vez más insoportable, como aquella famosa
“gota que horada la piedra”. De ese tipo de acciones se componen
las políticas de los odiosos personajes que ocupan el poder (casi
absoluto) por estos tiempos en nuestro País. De esas características
son las medidas económicas que van cercenando derechos, como
rebanadas de dignidad, que el monstruo neoliberal va devorando con
desparpajo ante la mirada desesperada de los hambrientos que ellos
generan cada día.
Precisan
de una sociedad abatida, descompuesta, alineada a sus designios,
abandonada a una “suerte” que no es tal, sino consecuencia de
decisiones propias y ajenas, opuestas a sus intereses, de acumulación
de odios que no se correpondían con las realidades vividas, de una
desconcientización programada para desarmar esperanzas de
construcciones sociales más justas.
En
ese laberinto estamos, buscando salidas que siempre obstruyen con
“piquetes” de sobornos y mentiras, ayudados (cuando no) por los
traidores de turno, los presta-brazos para aprobaciones
parlamentarias tan oprobiosas, que avergonzarían a un criminal de
guerra. Las coimas que ven solo en “cuadernos” inventados para la
ocasión, son la moneda corriente entre los verdaderos corruptos, los
que siempre estuvieron, los constructores de esta estructura
apabullante de pobrezas y desaparición de la Nación.
De
eso parece tratarse sus vidas. De sonrisas falsas para pantallas
cómplices, de discursos vacuos para parlamentos desvencijados y
ciegos, de vallas metálicas para visibilizar la “grieta”, de
conciliábulos palaciegos donde se tramitan los certificados de
defunciones de millones de sueños populares. Entre “timbreos” y
patéticos mensajes de simuladas conciliaciones, transcurre su tiempo
de acumulación extrema, su etapa de acelerador a fondo atropellando
la historia para acabar con los últimos vestigios de dignidad de la
ciudadanía.
De
este lado del mostrador, parece no comprenderse del todo la realidad
soportada por la mayoría. Muy pocos (y pocas) líderes se atreven a
manifestar el estado de cosas con clara intencionalidad superadora.
Se acumulan broncas y necesidades que estallan en batallas
desperdigadas, faltas de esa unidad tan proclamada y tan huidiza, al
tiempo que se preparan algunos personajes para reaparecer con
supuestos ímpetus de liderazgos que antes depusieron ante el enemigo
por algunas miserables prebendas.
Si
hay algo sobre los cual los argentinos sabemos, es sobre torturas. La
dictadura dejó una huella de saberes horrendos sobre ellas,
aleccionadores elementos para reconocer la importancia de la
resistencia de los valientes que la enfrentaron.
De
esos momentos extremos habrá de obtenerse el coraje para enfrentar
al monstruo neoliberal que nos obtura el camino hacia la justicia
social. De aquellas valentías se deberán tomar los ejemplos para
acabar con esta oscuridad vergonzante, remate final de una historia
de doscientos años que pretenden dar vuelta, para convertirnos
nuevamente en colonia, disgregando el sueño de tantos mártires,
anulando sus enseñanzas y enterrando tanta entrega por una Patria
que pretenden destruir a cambio de la sucia moneda de su traición.
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