Imagen de "Matrizur" |
Por
Roberto Marra
Hay
hechos que asombran a pesar de lo repetidos. Hay situaciones que
permanecen sin respuestas contundentes, a pesar de sus claras faltas
a los más mínimos sentidos éticos. Hay personas que adquieren
notoriedades imposibles de sostener con los valores inmorales que las
guían. Hay dramas que pasan delante de los sentidos de sus afectados
sin que éstos se percaten del resultado final que les espera. Y hay
miserables que actúan sin pudor alguno contra los Pueblos, a
sabiendas de los respaldos de quienes ofician de titiriteros
mundiales.
Este
repugnante burócrata, espécimen retrógrado que atrasa no menos de
sesenta años en sus concepciones políticas, se ha erigido en la
“vanguardia” de los ataques furibundos contra Venezuela, portavoz
de las denuestos del gobierno del imperio contra el constitucional,
legal y democrático de la República Bolivariana. Sus actos y
manifestaciones verbales, no por estúpidas resultan menos
perjudiciales para la población venezolana, atacada como nunca con
actos sediciosos contra su economía, cuyo resultado buscado es el
sufrimiento y cansancio ciudadano, para provocar la sublevación
contra sus legítimas instituciones.
Debiera
parecer imposible que los mismos métodos fracasados que otrora se
utilizaran para derrocar la Revolución Cubana, sean percibidos por
gran parte de los habitantes del Mundo, como normales, como el
resultado de algún atisbo de verdad en los dichos del Pentágono y
sus serviles del Sur, como rasgos de una realidad que parece no
importar, en tanto se trate de abatir a otro enemigo “populista”
del órden establecido por los dominadores del planeta.
Hasta
puede resultar risueño el arsenal de payasescas peroratas de los
canallas asesinos de la verdad que ofician de voceros imperiales.
Pero se convierten en dramáticas expresiones de destrucción de una
sociedad a la que no la dejaron de atacar desde el mismo instante que
comenzó la experiencia chavista. Les resulta imprescindible abatir a
uno de los últimos reductos de dignidad nacional de Nuestra América.
Necesitan terminar con cualquier molesto gobernante que acerque a su
Pueblo a la Justicia Social que tanto detestan.
Gracias
a la famosa “libertad de expresión”, solo recibimos el sonido de
una campana. Todo el tiempo, en cada medio de comunicación, a través
de cada “periodistucho” ignorante vendido al mejor postor,
atiborran a la población con tantas falsedades que terminan por
sentir que son verdades. La estupidización absoluta es el paso
necesario hacia el abismo del odio a lo que no se conoce, del
menosprecio hacia lo que no se comprende y del ataque sobre lo que
nunca se tuvo una versión del atacado.
De
eso se encarga ese pútrido personaje erigido en “líder” de la
contra-revolución americana. De esos encargos imperiales se ocupa
con su escasa capacidad mental y enorme enjundia irracional. Claro
que no está solo. Abrevan en el mismo molino de la brutalidad muchos
otros oscuros seres ocupantes de cargos inmerecidos pero logrados con
otras mentiras similares a las esgrimidas por el adalid antichavista.
Son
esos gobiernos surgidos por la voluntad retrógrada de millones de
idiotizados mediáticos, que han posibilitado la aparición de
representantes que no los representan, pero los oprimen, en un sádico
juego de empobrecimiento material y moral. Embobados ante las
pantallas de las calumnias y las hipocresías, miran sin ver una
realidad que los aleja, cada vez más, de los sueños de la vida
digna que estaban casi a punto de lograr.
La
traición se ha convertido en virtud, la lealtad en estigma. La
verdad es arrastrada por el piso, ensombrecida por los humos de los
gases arrojados para alejar las muchedumbres que conservan algo de
dignidad. Los mentirosos son elevados al pedestal de la admiración
popular, contaminando conciencias y anulando rebeliones necesarias.
Y los ladrones de la vida, los irracionales y perversos como Almagro,
son convertidos en adalides de los tristes futuros ocultos por las
cortinas de los horrores inventados para retrasar el reloj de la
historia. Esa misma que, mucho antes de lo que ellos esperan, le dará
cuerda al despertador de una nueva esperanza.
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