Imagen de "Economía & Política" |
Por
Roberto Marra
Mientras
la hipocresía transita muy oronda por las bocas de algunos “deudos
políticos” de un ex-gobernador cordobés ante su muerte; mientras
una maestra se recompone a duras penas del atentado a su dignidad;
mientras las ollas que ella como tantas otras docentes sostienen cada
día para alimentar a sus pauperizados alumnos, se enfrían y vacían
ante la mirada hambrienta de miles de pibes que no comprenden su
propia desventura; mientras las “tormentas” desatan vendavales y
“turbulencias” que desploman expectativas y sueños
clasemedieros; mientras todo eso sucede, hace su aparición el
Presupuesto.
Como
strippers de cabaret, los ceos del imperio muestran algo para cooptar
a la claque opoficialista, para enseguida esconderse tras las
cortinas de un escenario oscuro y maloliente, destino seguro que
padeceremos de aplicarse la alquimia financiera y económica
preparada bajo la estricta condición del sometimiento al Fondo.
Los
mentimedios poco dicen sobre este preparado intragable, hecho con las
peores recetas de los enemigos de la Nación, cubriendo los espacios
televisivos con delirios excavadores y persecusiones imprescindibles
para acabar con sus oponentes reales, realizados por los restos
zombies de un poder judicial envuelto en el descrédito y la
paranoia.
Comenzará
ahora una “febril” actividad parlamentaria, esa que han
paralizado por meses para evitar leyes que se opongan a sus designios
horrendos. Se escucharán mendacidades varias, acusaciones sin
fundamento de pasados inexistentes, descripciones de necesidades que
no se necesitan, promesas de mejoras incumplibles, déficits ceros
imposibles, inflaciones europeas y la madre de todos sus deseos:
acabar con la moneda nacional, para alegría de los imbéciles
seguidores de la farsa religiosa del “dios dólar”.
La
realidad parece no importarles a algunos representantes
parlamentarios, ocupados más en aparecer como súper-opositores,
luego de haber transitado el resbaloso camino del contubernio
provechoso para sus miserias morales, fatal para las esperanzas de
millones de ciudadanos. La especulación al máximo de su nivel, la
ética arrojada al vacio abismal de los arreglos cupulares, las
farsas electorales aplastadas por la verdad de sus enconos
antipopulares.
Reaparece
la figura metafórica de la “insigne” vice-presidenta, con su
túnel oscuro y la lucecita que preanuncia una salida o... un tren
bala. Amontonados en ese tenebroso pasadizo hacia la muerte nacional,
se suman cada día más y más desesperados sin destino, despedidos
de fábricas otrora florecientes, obreros orgullosos de capacidades
tiradas a la basura importadora, investigadores y docentes arrojados
a los brazos de las corporaciones científicas extranjeras,
estudiantes de universidades vaciadas, y hasta enojados “mediopelos”
odiadores de quienes les ayudaron a serlo.
Queda
la simple expectativa de la reacción unificada. Queda el deseo de
volver sobre los pasos errados para corregir sin matar lo
conquistado. Queda la porfía inacabable de un Pueblo decidido a
cambiarlo todo, a sacar a los malditos asesinos del lugar inmerecido
y arrojarlos a las mazmorras que, si hubiera Ley, serían sus
destinos más seguros. Quedan los restos de una dignidad que está
allí, escondida pero viva, oculta detrás de las miserias que nos
dominaron por un rato de la historia, a la que estamos obligados a
homenajear con una nueva e imprescindible utopía.
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