lunes, 24 de septiembre de 2018

LA DERROTA DE LOS JUBILADOS

Imágen de "La voz del Pueblo"
Por Roberto Marra
Un día les dijeron que era necesario sincerar la economía. Que la razón por la cual no tenían mayores haberes era porque había demasiados iguales a ellos. Que los que “no habían aportado” no tenían derecho a cobrar nada. Que era imprescindible parar la “fiesta” consumista de los pobres, para que ellos pudieran alcanzar ese famoso ochenta y dos por ciento. Que se estaban quedando con su plata, la de un fondo de reserva que el Estado no debía manejar. Que era tiempo de acabar con tanto subsidio al pobrerío, que lo son porque no se esforzaron demasiado. Y que de todo eso provendría, por fin, la hora de los jubilados.
La ignorancia, bien alimentada por expertos comunicadores de embustes, suele transformarse en brutalidad. Y ésta, productora de odios sin sustento en realidad alguna, logrará empujar a millones de engañados hacia la imbecilidad de generar sus propias derrotas. El círculo de la mentira habrá cerrado en forma ideal para el Poder, que contará con un ejército de idiotizados dispuesto a batallar contra sus benefactores y beneficiar a sus verdugos.
Así lo hicieron y lo hacen los politiqueros encargados de esta representación de “democracia” falseada, convertida en reducto de amenazas a la subsistencia y la regresión a los peores tiempos, cuando jubilarse era un privilegio, y comer, la posibilidad de los menos. Recostados en la misma brutalidad, también aparecen otros asociados al festín de la mentira, esos pretendidos “defensores de los abuelos” televisivos, llorones y lloronas que desfilan por programas donde solo se miente para asegurar la incompresión absoluta de la realidad.
Los “abuelos” terminan así por despreciar los mejores días de sus vidas de jubilados, convencidos de hechos que nunca sucedieron y adhiriendo gustosos a quienes los conducen a sus desapariciones tempranas. Imposible ser honesto sin ser agradecido. Imposible tener honor sin la nobleza de reconocer a quienes les han posibilitado mejores momentos. Imposible ser respetados, si no lo hacen con sus propias historias.
La verdad, como el agua, porfía su paso por las rendijas que no pueden taparse ni con mentiras edulcoradas. Los sobornos miserables de dádivas que ofenden, no debieran alcanzar a obturar lo evidente. Las promesas repetidas y los saltos al vacío de futuros inexistentes, no pueden ya aceptarse como disculpas que le den continuidad al robo que están sufriendo a ojos vista. Ni siquiera la ignorancia puede ser suficiente excusa para admitir tanta estupidez.
Se dice que los años traen experiencia y, con ella, sabiduría. Con esa base, pareciera improbable el engaño tan fácil a los añosos representantes de las generaciones que sufrieron varias veces los mismos embates antisociales que ahora padecemos. Pero, loca condición de los humanos, suele tropezarse varias veces con la misma piedra, así haya un cartel que lo prevenga, aunque a los gritos se les avise del abismo que se acerca, o cuando cayendo se les ofrezca una mano para evitar el golpe fatal.
Poderoso caballero no es solo “don dinero”. La palabra, utilizada como moneda de cambio de la mentira organizada, resulta ser mucho más fuerte. El mensaje deliberado de atrocidades que no se sufren y esperanzas sin sustento en construcciones colectivas, acarrean a esos millones de miopes de la historia hacia el cadalso de la necedad programada. Relatos de fantasías pasadas y futuras emboban las miradas de supuestas erudiciones nunca alcanzadas. Y odiando sin saber por qué, despreciando sin conocer razones ciertas, suscriben el pacto diabólico con quienes, con perversión repetida, acabarán con sus vidas. Y los sueños de sus propios nietos.

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