Imagen de "Obstinados navegantes..." |
Las
señales son elementos reales o virtuales que nos avisan de la
existencia de inminentes hechos o situaciones que, bien atendidas,
posibilitan determinar si hay que mantener o corregir el rumbo que se
lleva. Así, los carteles en una carretera nos permiten evitar
accidentes o desvios de la dirección elegida. Así también, la
advertencia de las personas con mayor capacidad y sabiduría, nos
hacen ser más prudentes en las tomas de decisiones.
Por
fuera de esas señales externas, son las lecciones del pasado,
vivido personalmente, las que nos permiten encarar el futuro
inmediato y mediato con la seguridad de haber podido comprobar los
resultados de nuestras acciones y las de toda la sociedad. Elegir
determinados procederes y transitar concientemente esos caminos,
producirán consecuencias que, a veces, no son precisamente las
buscadas.
Es
lo que sucede en los ámbitos políticos y económicos cuando, a
través de las elecciones, decidimos rumbos que creemos que serán
los mejores para nuestros futuros. El problema es que la libertad de
decidir no es exactamente libre. Múltiples factores de poder
accionan sobre nuestras consciencias, presionando para conformarlas
de acuerdo a los intereses que no son los propios, sino los de
quienes poseen mayor capacidad para influenciarnos.
Esos
intereses se cuelan en nuestra decisiones y creemos firmemente en
ellas. Pero cuando el tiempo pasa y la verdad estalla frente a
nosotros, resulta duro reconocer los errores de no haber visto las
señales que otros nos advirtieron.
Muchos
preferirán hacer como que no ven esa realidad, y la experiencia
soportada no servirá entonces para nada, porque se repetirá en
nombre de la negación de lo sufrido, por la soberbia y la necedad de
creernos inmunes a los resultados nefastos de los planes de nuestros
elegidos.
Las
oportunidades de corregir los errores, como las salidas de una
autopista, se dan cada cierto tiempo y espacio transcurrido. Solo se
trata de ver, además de mirar, las señales que dejaron huellas
dolientes en nuestras vidas y en la sociedad, para asegurarnos que
esta vez sí las tendremos en cuenta, dejando de lado las miserables
promesas de los profetas del odio y la injusticia.
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