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A
diario vemos informes sobre los dramas de los migrantes de los países
del norte de África o de Medio Oriente, huyendo del hambre y las
guerras. Miles y miles de muertos se acumulan en el fondo del
Mediterráneo, sin que muevan un dedo los gobernantes europeos, como
no sea para ordenar la devolución a sus países de orígenes de esos
pobres de toda pobreza.
Son
los causantes de la guerras y la miseria en todo el Mundo quienes,
además de esclavizarlos para multiplicar sus ganancias, además de
expoliar sus territorios y sumir en procesos degradantes de sus
condiciones de seres humanos, ponen barreras a la entrada en ese
pretensioso “primer mundo”, que solo resulta un título
insultante para el resto de la humanidad.
Cada
tanto, se reunen los cabecillas de esos autoasumidos países dueños
del Mundo, para elaborar hipócritas propuestas que nunca se
concretan, lavando sus manos de la indignidad que provocan cada día.
Se ríen, se dan la mano y se sacan una foto como si fueran
colegiales de excursión, para regresar despues a la diaria tarea de
matar y robar con la anuencia de sus conciencias engreídamente
purificadas.
Muchos
ven como muy lejanas estas miserias humanas. Pero la distancia se
acorta cuando miramos hacia adentro de nuestras fronteras. También
aquí actúan estos poderosos, a través de sus representantes más
conspicuos, gobernando con sus mismos objetivos y provocando los
mismos daños.
También
en nuestros países avanzan los ejércitos invisibles de la pobreza y
la indigencia, arrasando las vidas de millones para satisfacción del
pequeño grupo de los eternos enriquecidos, acompañados,
invariablemente, por un séquito de idiotas útiles que creen
pertenecer a esa casta de ladrones de guantes blancos, a cambio de
migajas repartidas para trabajar de murallas ante los excluídos.
Al
igual que en el País, en nuestra Ciudad los poderosos se apropian de
todo, con la anuencia de los serviles gobiernos de turno, dejando
hacer lo que no se debe a cambio de poderes que solo ejercen para
retrasar un desarrollo vanamente declamado, mientras decenas de miles
de ciudadanos son expulsados de la vida digna para convertirlos, como
aquellos de África y Medio Oriente, en refugiados sin destino.
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