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En un mundo repleto de maldades que resultan inconcebibles
para los comunes mortales, no asombran ya las repetidas reuniones de los
poderosos para diseñar sus próximos pasos en el cruel arte de la apropiación de
las vidas ajenas. Como un ritual pagano, cada tanto convergen a alguna ciudad
del Planeta para discutir repartos de lo que nunca hicieron, sino por medio del
robo y el martirio de millones de empobrecidos.
G7 o G8, son solo denominaciones de los grupos de mandamases
mundiales que, de tanto en tanto, les permiten a algunos países de menor
desarrollo arrimarse y ser parte (presencial) de estos eventos de repartijas de
tesoros. Allí se hacen denominar G20 y, quienes se suman, terminan avalando las
miserables decisiones que toman tres o cuatro dueños del Mundo, para recoger
las migajas que, seguro, se transformarán en más abandono y pobreza para sus
pueblos.
En medio de fastuosas recepciones, con lujos insoportables,
con soberbias multiplicadas y expresiones de falsedades absolutas, se dan
discursos tras discursos, explicando las razones de la pobreza, las necesarias guerras
contra el terrorismo, las sospechosas luchas contra el narcotráfico, el freno a
las migraciones de los pobres hacia sus países ricos y la búsqueda de un
desarrollo que solo lo será para ellos.
Allí elucubrarán los sucios paquetes de medidas que
deberemos cumplir los nadies del Mundo, mientras las corporaciones colocadoras
de presidentes y ministros aumentan sus concentraciones de riquezas. Saldrán
luego a sonreír en la ridícula foto final, donde ensayarán esos clásicos
saludos a nadie que acostumbran quienes jamás pueden acercarse a sus pueblos.
No podía faltar nuestro inefable presidente, creído de su
rol de estadista mundial. Aunque antes de hacerlo y como parte del mismo “relato”
de la política de la alegría permanente, se dio su tiempo para participar en un
show donde figurines y artistoides diversos hacen como que donan dineros y
tiempos, para lavar conciencias y billetes de dudosas procedencias.
Ignorando la realidad, como es su costumbre, habrá pasado
por alto la batalla campal en las afueras de los lujosos salones de recepciones
donde, tal como acá, miles de robocops y carros hidrantes atacaban a quienes
protestaban ante tanta infamia repetida.
Y después que los sonrientes periodistas nos terminen de
mostrar los supuestos éxitos conseguidos para el País en esa fastuosa reunión, nos
atropellará la realidad de los nuevos aumentos de la leche, la carne y el pan. Entonces
tal vez comprendamos, los verdaderos resultados de la gira presidencial.
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