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Es
común escuchar y ver análisis de periodistas, donde se critica la
falta de renovación de las figuras representativas de los distintos
partidos políticos. Señalan, habitualmente, que esa falta de
aparición de nuevas camadas de dirigentes y candidatos en las filas
partidarias, impide la que mencionan como el imprescindible aire
nuevo para impulsar propuestas y procedimientos distintos, sobre todo
en los ámbitos parlamentarios.
Pero,
a la hora de participar de ese impulso a nuevas figuras, estos
periodistas se olvidan, o dejan de lado, o menosprecian, justamente a
candidatos que sí representan renovaciones claras y concretas por
historia, capacidad, honestidad intelectual y coherencia. Prefieren (vaya uno a saber por qué) entrevistar reiteradamente a los abonados permanentes a cuanta cámara y micrófono exista y que, por fuera de sus respetables posiciones y condiciones personales, solo se dedican a repetir fórmulas cansadas de ser escuchadas y vistas por los ciudadanos.
Oportunidades
no les faltan a los periodistas para acercarse a nuevos dirigentes, a
nuevas agrupaciones políticas y nuevas propuestas electorales. Están
ahí, también al alcance de sus micrófonos, buscando los mismos
votos que otros que lo vienen haciendo desde hace demasiado tiempo,
ofreciendo además, siempre lo mismo.
Es
evidente que no se trata de ineptitudes de los periodistas, sino de
compromisos con las empresas para las cuales trabajan. Lo cual nos
recuerda que esa es la única libertad que existe en las
comunicaciones: la de las empresas, jamás la de los comunicadores,
salvo honrosas excepciones.
Cambiar
algo para que nada cambie, gatopardismo archiconocido y sufrido por
todos, es el paradigma compartido por todas las grandes (por el
tamaño) empresas comunicacionales. Y mantener en el “candelero”
mediático a los figurones y politiqueros que encubren sus mañosas
formas de empoderamiento, es la herramienta que les ha permitido,
hasta ahora, renovar y ampliar sus influencias sobre las agobiadas
mentes de los ciudadanos de a pie.
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